Rizevim Livan Lucifer

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Apretó los dientes, forzando su mandíbula con toda la fuerza que aún quedaba en su cuerpo, tras la aparición de aquel ser de oscuro poder. Era denso, lo notaba hasta los huesos, manteniéndolo en el sitio como si fuera un pilar. Zeldris solamente había llegado a una fracción de ese poder, imposible de igualarlo. Ni los Mandamientos en conjunto, podrían igualar densa aura mágica. ¿Quién era aquel sujeto? Por su aura, era realmente claro que no era humano, ni siquiera un ángel o similar. Pútrida, el aura de aquel hombre de cabello plateado, y barba de chivo, se asemejaba a un demonio de clase Suprema, más poderoso que los Mao actuales. Michael, Azazel, Sirzechs, Ajuka...todos ellos, eran meros niños ante aquel demonio que caminaba por una sala llena de muerte, sin verse afectado por su presencia. Cao Cao era poderoso sin duda, pero aquel hombre, lo superaba por un larguero. Incluso él, el portador de Sunshine, se veía aplastado por el inmenso poder de aquel sujeto. ¿The One? Tal vez sería con lo único que lo vencería de momento.

―L-lo lamento, Rizevim...

El peliplateado derramó el contenido de su copa sobre el cadáver de una joven de cabello verde, sin importarle, mezclando el vino con la sangre de aquella chica.

Abrió sus ojos azules, apretando el puño izquierdo con fuerza, notando como la sangre parecía hervirle bajo la piel. Apretaba con fuerza ambos puños, volviendo la piel de sus nudillos completamente blanca, sin sangre, dejando a la vista las venas que parecían recorrerlos.

"¿Quién...es este monstruo? ¡Es más poderoso que Lord Michael!", jadeó, sintiendo los ojos del jefe sobre él por unos segundos; segundos que parecieron convertirse en horas, mientras el aure lo golpeaba, mandándolo hacia abajo, sintiendo como su cuerpo flaqueaba, soltando Rhitta que cayó con un eco constante, echando el cuerpo hacia el frente y viéndose obligado a usar ambas manos, deteniendo la caída, sudando. Veía las gotas de sudor caer al pavimento, mientras mantenía los ojos completamente abiertos por el horror.

Jadeó de nuevo, cuando el peso desapareció.

Sin pensarlo demasiado, alzó el rostro, posando sus cansados ojos, sobre la espalda del demonio, quien seguía caminando hacia Cao Cao como si él no estuviera allí.

Rechinó los dientes, mandando hacia abajo la sensación de miedo, el instinto asesino de aquel sujeto, mientras ligero vapor escapaba de su cuerpo. En aquellas condiciones, Sunshine no era accesible. Pero podía manejar una fracción del poder. No lo suficiente como para usar Cruel Sun o cualquier movimiento poderoso; pero si para mantener una batalla abierta.

Deslizó la extremidad hacia Rhitta, notando el frío acero dorado de la misma, moviéndola con un tajo ascendente, ligeramente vertical, destrozando el suelo con el movimiento, viendo como un surco se formaba. Ahogó un grito, cuando el sujeto desvió con su dedo su movimiento, mandándolo a la izquierda, destrozando un par de pilares, y detuvo la hoja de su arma en pleno movimiento, solamente con dos dedos. Intentó retirarla; pero en segundos, cientos de cortes aparecieron en su cuerpo, haciéndole gemir y salió despedido hacia atrás, soltando Rhitta en el proceso, estrellándose con la pared detrás de él. Escupió sangre cuando su cuerpo chocó contra la pared.

Sintió como cada hueso de su ser, era destrozado por el choque, molido por la dura pared detrás de él, haciéndole apretar los dientes con rabia contenida.

―Ya veo―masculló Rizevim, mirando al rubio. Soltó el hacha, que cayó al suelo pesadamente, dejando la marca en el suelo cuando se enterró por su propio peso. No podía sujetarla ni por un segundo. Nada más el chico soltó el mango, el arma tomó un peso de toneladas que no podía manejar, además de quemar demasiado―. Un ángel demasiado inusual. ¿Cuántas alas tienes, niño?

El [As] apretó los dientes, con vapor saliendo de las heridas causadas por el viento ejercido del lado de aquel demonio, enfocando sus ojos sobre los de su enemigo, cayendo sobre sus pies. Meneó la cabeza, negándose a contestar, apretando aún más los dientes, emanando un aura de calor empujada hacia aquel peliplateado. No podía manejar todo su poder de su Gracia; pero pelearía hasta la muerte con aquel extraño.

Naruto: El As de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora