Traidor

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Se quedó de pie, mirando la puerta por la que la chica había salido, parpadeando levemente, intentando procesar las palabras dicha por su amiga. Veía con sus orbes azulados la puerta de madera, con astillas que le impedía marchar detrás de ella. No solamente la puerta, si no las palabras. Él le gustaba, eso le había dicho Le Fay con su voz dulce, con aquellos ojos azules que parecían un mar bañado por él sol, y no supo que responder. ¿Había algo que decir? ¿Qué podía decir? Se había quedado sin palabras, sintiendo su garganta completamente seca, procesando las palabras de la chica que se había marchado. Aunque él lo negara, Le Fay era hermosa, muy dulce, casi como un ángel en la misma Tierra, algo que le parecía demasiado irónico. Él era un ángel, y no era como la Pendragon.

Soltó un suspiro, dejándose caer sobre su camastro, oyéndolo rechinar bajo su peso, tomando el rostro con su mano, echando hacia atrás su desordenado cabello, forzando su mente para analizar las palabras de Le Fay. "Me gustas". Con esas dos palabras, su corazón no sabía lo que hacer, su mente se volvía un caos y él mismo no podía gestionar nada. Nunca había gustado a alguien y no sabía cómo gestionar todo lo que su corazón parecía querer hacer. No, no podía sentir amor real, o eso creía. ¿Cómo iba a amar? ¿Lo había hecho antes? Mordió su labio inferior, pasándose la mano por el rostro, suspirando entre dientes, intentando encontrar el modo para no hacer daño, no demasiado, a la pobre Le Fay Pendragon. Amaba a otra persona, otra mucho mejor que él y no podría ser correspondido. Después de todo, él amaba a un verdadero ángel y el amor entre ángeles, solo causaría la caída de ambos, algo que no quería. Sin quererlo, en su corazón comenzó a crecer un sentimiento demasiado fuerte en su corazón, lo que le dolía demasiado. Era más fácil combatir contra los Mandamientos y los Primigenios que aceptar todo aquello que sentía en estos momentos. Pero no podía dañar a la pobre Fay, que había sido sincera con él, usando lo que sentía en su corazón puro y hermoso. No quería dañar lo que ella sentía, y hacerla llorar. Sería algo que él mismo no podría perdonarse. Una sola lágrima de la chica, y él sería una mierda.

Negó, levantándose.

No era para nada bueno gestionando los sentimientos. Una batalla, le era cien veces más fácil, que poder descubrir lo que sentía por alguien. La ira, el odio, las ganas de combatir, eran más gestionables para él. El miedo, la incertidumbre, las había llevado en su corazón por años. Pero el amor, la felicidad, habían sido tan escasos en aquellos tiempos, o inexistentes, que no sabía cómo gestionarlos, como afrontarlos con la cabeza en alto. Con una decisión, una posible contestación, o una frase inequívoca, y alguien podría salir herido. Y no quería dañar los sentimientos de nadie, mucho menos de Le Fay Pendragon, que lo había tratado demasiado bien, que le había demostrado que aún existía gente buena en el mundo. Si alguien era un ángel en la Tierra, esa era ella, la dulce Le Fay, siempre sonriendo, mostrando sus enormes y blancos dientes a los demás.

Suspiró, expulsando todo el aire que sus pulmones habían contenido, mientras rebuscaba en su mente, un modo para poder evitar dañar a una de las personas importantes en su vida. Rhitta era menos pesada, que el miedo que tenía a dañar a la pobre Fay, siempre alegre. No quería ser el causante de la falta de aquella sonrisa.

Rechinó los dientes, suspirando entre los mismos, mirando la puerta astillada, meneando levemente la cabeza, agitando su desordenado cabello dorado. Era un ángel, un ser puro a los ojos de la facción bíblica. Pero había sido un hombre, un humano hacía apenas un par de meses, y ahora debía lidiar con cosas que no debería ni conocer. Había muerto por culpa de un caído, por haber estado en un momento en el que no debería haber estado, y volvió a la vida de la mano de un Arcángel que le había convertido en su [As] usando el Brave Saint para convertirlo en ángel, en un soldado a sus órdenes y, sin él mismo esperarlo, había comenzado a crecer un sentimiento de amor hacía su [King]. Un amor que no tenía cabida en el Heaven (Cielo), y que lo llevó a usar el pequeño resquicio de odio que sentía por Issei, el adolescente por quien murió, cuando lo vio en aquella reunión. Y las ganas de matarlo, inundaron su alma, haciéndolo un caído, un impura, mostrando unas alas negras como la misma noche. Con ello, se las arrancó mientras lloraba silenciosamente, en aquella oscura y húmeda iglesia abandonada que apestaba a orina.

Naruto: El As de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora