Paseó la mano por su rostro, notando leves gotas de sudor escurriendo por el mismo, mientras con el dedo removía un poco el cuello de su camiseta, intentando poder tomar aire fácilmente con su boca. Necesitaba oxígeno. Estaba agobiado ante tantos demonios en aquella fiesta a la que había sido invitado por el mismo Maou Lucifer junto a Irina para mostrar a los visitantes que la paz estaba en camino de formarse, siendo ellos los primeros ángeles estando juntos con demonios en el Inframundo.
Pero no le gustaba la cantidad de sed de venganza que algunos de los nobles dejaban escapar, intentando intimidarlo. Y no podía derramar sangre, lanzar el primer golpe. Sería una afrenta a sus huéspedes y para lady Gabriel, quien esperaba demasiado de él, el Arma de Dios, el más poderoso de los ángeles, como Serafall había dejado caer entre los jóvenes presentes, sintiendo a los segundos las miradas de todos ellos sobre él, incomodándolo y obligándolo a salir de la sala, buscando el baño para poder empapar su piel con algo frío.
Soltó un gruñido mientras dejaba la corbata al lado del grifo, abriendo el mismo y oyendo el goteo del agua en un torrente. Metió ambas manos en el líquido incoloro y frotó su nuca con las manos empapadas observando su rostro reflejado en el espejo frente a él, mostrándole su piel ligeramente pálida y las gafas que cubrían sus ojos azules como dos zafiros que le devolvían una mirada cansada, agotada. Con el paso de los días, ni el sol calmaba aquel dolor que recorría su cuerpo desde las puntas de sus dedos hasta la punta de sus cabellos dorados.
Cerrar los dedos en un puño le dolía. Dar un paso hacia delante le dolía. Parpadear una sola vez, le dolía. Cada acción que anteriormente sería sencilla ahora era un verdadero suplicio para él, que se veía en la obligación de ocultar su malestar a todos aquellos visitantes para mantener el disfraz del ángel más fuerte, cuando era todo lo contrario. Michael, Gabriel y sus hermanos eran más poderosos en su poder base, mostrando sus doce alas a todos los harían desaparecer. Él solamente contaba con cuatro alas y el Sunshine ahora lo estaba matando.
Aquel puesto del ángel más fuerte estaba lejos de él.
Suspiró con felicidad, sintiéndose mejor ante el frío tacto de sus dedos cuando tocaron la piel de su nuca masajeándola, dejando que unas gotas escurrieran hacia abajo por su espalda, goteando hacia dentro de sus pantalones, perdiéndose por completo. Se sentía demasiado complacido ante el tacto de sus propias yemas de los dedos rozando su piel tibia enfriándola levemente.
Volvió a mojar las manos en aquella agua, viendo como lentamente se había teñido de rojo con sus ojos detrás de aquellas gafas que su [King] le había dado.
Lentamente, con los dedos de su mano derecha, tocó la comisura izquierda de sus labios notando algo húmedo. Levantó la mano, viendo la mancha de sangre en la misma, goteando lentamente. Abrió sus ojos completamente ante la visión de la sangre.
Furioso movió su brazo limpiando por completo el rastro de esta, moviendo las manos por el gua y notando gotas de sangre golpeando el dorso de su mano.
No quería que, en aquel lugar, repleto de posibles enemigos para su hogar, lo vieran débil, al punto de morir, con un pie en la tumba de su creador. Aun no comprendía como Dios había dejado un cabo suelto. No comprendía como él, un ángel, iba a poder morir como un simple humano.
¿Sería por el hecho de que era un ángel reencarnado? ¿Tenía ya el Sunshine siendo humano? Esas dos posibilidades eran las únicas que encajaban con el hecho de su muerte cercana.
Había pasado casi todo el verano allí, en el Inframundo, entrenando al lado de Vali Lucifer y ese era el último día, cuando el Maou Lucifer montaba una fiesta para los jóvenes demonios y, además, para los posibles aliados. La presencia de Loki no lo había agradado demasiado, así como aquel sujeto demonio que había coqueteado con la anterior monja Asia Argento. Ambos no le agradaban.
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Naruto: El As de Gabriel
FanfictionNo estaba en su agenda ser atravesado, metido entre una disputa de cuervos y murciélagos donde el recibiera la fatal herida, quedando a su merced para perderse en la oscuridad que lo había rodeado. Tampoco estaba en su agenda, que la voz más codicia...