La caída de la Piedad

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Calmadios movió uno de sus inmensos brazos, arrancando la cabeza de uno de aquellos demonios falsos, mostrando unas sonrisa cruel, torcida, verdaderamente horrenda a los ojos de cualquiera, mientras sangre caía por la comisura, ambas, de su boca. Parecía haber estado masticando algo y ahora lo tragaba, limpiando la sangre de su boca con el dorso de una de sus cuatro manos. A vece, tener tantos brazos no era tan ventajosos como parecía. Le servían para la batalla cuando era necesario, pero a veces pensaba en solo tener dos brazos. Sería mucho más fácil combatir y realizar muchas cosas más así.

Soltó un eructo, mientras lanzaba el cuerpo inerte de aquel humano, no mostrando compasión por el mismo. Toda aquella aldea, como todas por las que pasaba, se reducían a nada más que polvo, cenizas, no quedaba nada de ellas, salvo sangre y cuerpos inertes. Aquello le encantaba más que estar sin hacer nada. Y los ángeles no habían vuelto a molestarlo. ¿Se habrían dado cuenta de que eran meras Larvas?

"Espero que Galand no esté haciendo un destrozo por el mundo. No necesitamos atención innecesaria sobre nosotros", se dijo la Piedad, levantándose de la colina desde donde vio la destrucción de aquel pueblo pequeño e insignificante.

Hacía al menos una semana, que ambos Mandamientos se separaron, yéndose por caminos distintos cada uno, llevando consigo algunos demonios para poder usarlos en caso de batalla. No querían desperdiciar poder enfrentando a seres insignificantes como los humanos, demonios y ángeles que los querían muertos.

Una pena que los demonios actuales fueran una mera ilusión de los verdaderos, que no fueran como ellos, los Primigenios. No servirían para nada en una batalla real, y eso Calmadios lo sabía.

―¿Tan pronto te vas, Piedad?―preguntó una voz calmada, mientras el eco de pasos se hacía presente, atrayendo la atención del Mandamiento de la Piedad, girando su cabeza hacia una figura que avanzaba bajo los rayos del sol del alba, haciendo que el demonio entrecerrara los ojos mientras veía a aquel muchacho―. Al menos tendrás tiempo para mí, ¿no?

―La larva que intentó matarme―murmuró el demonio, tomando las cuatro armas que tenía cerca de él, desprendiendo algo de su poder, usando el Modo Asalto desde un inicio, sabiendo que aquel ángel no era para tomárselo a broma. No, aquel ángel podría matarlo si se descuidaba. Fue un error dejarlo vivo tras su primer enfrentamiento. Debería remediarlos.

―Por supuesto, Naruto-sama te matará―declaró Naruto, deshaciéndose de las gafas otorgadas por aquella entidad, desprendiendo algo de su poder creciente, viendo como el suelo mismo temblaba por la liberación de energía―. Espero no me tengas rencor.

―¡Arrancaré esa cabeza tuya!

Calmadios se lanzó a la batalla, generando Materia Oscura que usó para golpear al portador del Sunshine, intentando enterrarlo en el suelo. Movió el brazo derecho superior, asestando un golpe en el abdomen de aquel ángel, mandándolo al otro lado de aquel campo, terminando en un río de aguas profundas. Saltó, dispuesto a usar su fuego contra el chico.

Abrió los ojos, cuando golpearon su mentón.

Naruto M. Escanor se movió en el aire, situándose a la espalda del gigante demonio, concentrando energía en la palma de su mano, asestando un fuerte golpe en el centro de toda la misma, mandando al Mandamiento contra el río de donde él mismo había salido, cayendo al borde de este, con la espada al hombro.

Agitó el arma, partiendo en dos una poderosa bola llameante y usó el brazo izquierdo para cubrirse, sintiendo la fuerza del golpe de Calmadios, siendo deslizado por el suelo, dejando marcas en la tierra. Alzó el rostro, viendo como una inmensa masa oscura lo golpeó, enterrándolo en la tierra, levantando algo de polvo, agrietando el mismo suelo, creando un temblor.

Naruto: El As de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora