Ira

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Replegó las alas, haciéndolas desaparecer por completo, desvaneciendo su halo de ángel y entró, dando con el hombro a la inmensa puerta de madera de aquella iglesia abandonada, introduciéndose en la misma, con pasos lentos, notando el olor a húmedo que inundaba todo el ambiente. Había un ligero olor a sangre seca que llegó a sus fosas nasales, haciéndole arrugar la nariz levemente.

Usando solamente el brazo derecho, tomó unos de los bancos que allí había, girándolo y colocándolo para poder sentarse y descansar mientras esperaba a ambas exorcistas, para el día siguiente ir con los demonios de Kuoh. Jamás creyó que, en su ciudad natal, hubiera demonios rondando.

Simplemente ello no le gustó.

Se sentó en el banco recién colocado, dejando la inmensa y ridícula espada gigante apoyada contra el mismo, mientras se ponía a pensar. Ya había enfrentado a dos de los Mandamientos, por lo que quedarían aun ocho de ellos por aparecer y aun el Sunshine parecía inestable con él, sin otorgarle el poder que requería para poder eliminarlos, algo que lo molestaba. Sabía que, si usaba bien la Gracia, terminaría con ellos. Incluso Dulio pudo acabar con Galand, pero se vio frenado por estar en una ciudad. El territorio y la aparición de su compañero, le dieron la oportunidad al Mandamiento de escapar, algo de lo que ahora mismo se lamentaba. Pero no habría podido con ellos. Por lo que sentía, aun cuando usaba la mayor parte de Sunshine, solo llegaba a usar un cuarto del poder total. ¿Por qué sería eso?

Si Dios siguiera vivo, seguramente todo sería más fácil.

[¿Así lo crees, portador de la Gracia del Sol?]

Naruto se levantó, mirando a todos lados, buscando a quien hubiera hablado. Aquella voz era tan seria, sabia y cálida, que el mismo Saint creyó habérsela imaginado. Estaba solo en aquella iglesia, al menos hasta que llegaran las exorcistas.

―Ahora oigo voces. Esto es ridículo―declaró, tapando el rostro con su mano derecha, intentando relajarse por la voz oída.

[Tanto como ridículo, no creo. Meliodas hizo bien en recordar la promesa que me hizo], declaró la voz, haciendo que el ángel joven abriera los ojos, apretando la boca, sintiendo todo su cuerpo en tensión. ¿Dónde estaba la persona que lo estaba hablando? Con todo lo que estaba pasando, era normal perder la cordura. ¿Al fin, después de tantos años de dolor, se estaba volviendo loco?

Una triste sonrisa, apareció en su rostro.

―Con lo fácil que habría sido morir...

[Nunca es fácil morir, muchacho], declaró la voz. Una figura alta empezó a materializarse frente al rubio, haciendo que este mirara con asombro como la figura misma estaba envuelta en una inmensa aura divina, dejando como ridícula la del mismo Michael, o el conjunto total de los Arcángeles y Sarafines. [¿De verdad has querido morir, portador de mi Gracia más fuerte? Puedo conceder el deseo que anhelas, pero piénsalo bien. Si lo hago, Sunshine no volverá a aparecer por un tiempo, llegando incluso a pasar miles de años. ¿Quieres condenar al mundo?]

Naruto entonces se dio cuenta de que estaba llorando. Cuando oía aquella voz, viendo la imponente figura frente a él, podía revivir todo lo que había sufrido hasta la llegada con Gabriel, cuando ella lo revivió para hacerlo su [As] de Corazones, un Saint.

―Pero...¿quién...?

[No es momento de hablar aún. Te concederé algo, dado la ocasión. Cuando llegue el momento, volveré a ti y Sunshine te hará imparable. Sigue trabajando así, Naruto Mael Escanor, descendiente del Arcángel del Clan de las Diosas, Mael y descendiente del gran héroe de la Guerra Santa, portador de un poder sin igual, Escanor. Volveremos a vernos, hijo mío]

Naruto: El As de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora