6:a

34 8 0
                                    

Los pasillos estaban demasiado iluminados y abarrotados de chicos que charlaban y reían. Llevaba casi un año sin estar rodeada de tanta gente de mi edad, y me quedé de pie,  en estado de shock, una roca en medio de un veloz torrente que rompía y se arremolinaba contra ella. Los fragmentos de conversación fluían a mi alrededor como hojas arrastradas por la corriente.

–... su madre se puso como una loca...
–¿Qué él le dijo qué?
–"Ni de coña", le respondí "no soy de ésas"...
–Y entonces papá vio el coche y flipó...
–Oh, aquí viene Robbie, no...
–Mi madre estaba tan cabreada...

Avancé corriente arriba y conseguí llegar a trigonometría antes del ultimo timbre. El profesor llevaba unas gafas tipo Lennon con los cristales sucios, que le daban el mismo aspecto de ojos de mosca que el comandante con cabeza de pez de la primera peli de La guerra de las galaxias. (Vamos, Bob, sabes cuál es, en la que el muñeco extraterrestre grita: "¡Es una trampa!".)

Ojos de Pez bizqueó a través de las manchas y estudió la lista de asistencia que la señora Sherman había insistido en que pasara, a pesar de que era el primer día para todos y probablemente porque quería... bueno, alertar a todo el mundo de quién era la nueva chalada. Ojos de Pez señaló con un dedo rechoncho una silla vacía en el centro de la clase.
–Nos sentamos en orden alfabético.

Genial. ¿Conoces la última escena de Los pájaros, Bob, cuando Rod Taylor y la mujer mayor que interpretaba a su madre intentan meter a Tippi Hedren en el coche, moviéndose entre un enjambre de gaviotas y cuervos que podrían alzar el vuelo y sacarles los ojos en cualquier momento? Bien, pues aquello fue igual. Lo juro, fue como si un millar de ojos me taladraran la espalda: todos esos chicos observando y esperando a que tropezara, soltara un eructo o me tirara un pedo, o las tres cosas a la vez.

Conseguí llegar a mi pupitre sin montar una escena dramática y ésa pareció ser la señal para que todos volvieran a los cotilleos, lo cuál me pareció estupendo.

Entonces, tal vez diez segundos después de que me deslizara en el asiento, noté un golpecito en el hombro derecho y me volví. "¿Esto es tuto?" No pude evitarlo: me acordé de Harley y el estúpido vaso de café.
–David Melman.
Tenía los ojos oscuros y una mata de pelo castaño. Al sonreír, se le formó un hoyuelo en la comisura izquierda de los labios.
Me tendió la mano:
–Bienvenida al Turing.
–Jenna Lord... encantada de conocerte.

Tenía la piel suave, pero su apretón fue firme. Extrañamente confortable y al mismo tiempo formal.
–Todos te dirán que estoy siendo amable porque me presento al consejo de estudiantes. En parte tienen razón.
–¿Sobre lo del consejo de estudiantes, o sobre lo de ser amable?
–Oh, voy a presentarme al consejo. Mejorará mi currículo. Si tu asesor aún no te ha soltado ese discurso,  lo hará ¿Sabes quién es?

–Estoy demasiado ocupada intentando orientarme.
Sonó el timbre para los rezagados. David bajó la voz hasta convertirla en un susurro:
–Bueno, si necesitas ayuda o no entiendes algo, pregúntamelo, ¿vale?
–Claro.

Le dediqué mi sonrisa de "no lo dudes" más animada y me volví.  Pero, para ser sincera, Bob, también estaba un poco mosqueada. ¿Acaso tenía pinta de necesitar ayuda?
"Esto es como el psiquiátrico. –Me hundí unos centímetros en la silla–. No grites, no armes un escándalo, sonríele al médico, y todo irá bien."

El primer día es prácticamente igual en todas las asignaturas, con independencia de la escuela. Trigonometría no era una excepción. Ojos de Pez terminó de pasar lista y luego pidió a un par de alumnos que repartieran los libros de texto. Pasamos los siguientes veinte minutos revisándolos, buscando comentarios y tomando nota de dónde habían garabateado las respuestas otros estudiantes. Luego, entre resoplidos y bufidos, Ojos de Pez consiguió ventilarse el capítulo de repaso en los quince minutos restantes y nos puso deberes –"Ejercicios del 1 al 6, incluidos los problemas"–, lo cual nos dejó unos treinta segundos de tiempo libre antes de que sonara el timbre.
"Gracias, Dios mío." Recogí mis libros mientras los alumnos empezaban a parlotear como periquitos enjaulados. Aun así, aquel ruido era la tapadera perfecta. Podía escabullirme con sigilo por detrás de esas tres chicas y salir...
David me cogió por el codo.
–¿Qué tienes ahora?
–Eh... –Tuve que pensarlo un segundo–. Inglés avanzado.
–Ahh, te gustará Dewerman. –Sonrío–. Es muy...
–Señorita Lord –me llamo Ojos de Pez cuando estábamos ya en la puerta–. Un momento, por favor.
Me detuve en seco y David estuvo a punto de tropezar con mis pies.
–Lo siento –me disculpé.
–No importa –contestó–. ¿Quieres que te espere?
–Ah...
Los demás estudiantes salían a nuestro alrededor, unos lanzando miradas de curiosidad y otros sonrisitas que significaban "qué putada estar en tu lugar". Para ser honesta, David me estaba poniendo de los nervios. No era un cachorro abandonado, por el amor de Dios, sólo la nueva chalada.
–No –contesté al fin–, estoy bien, gracias.
David abrió la boca para añadir algo más, pero yo ya me había vuelto la espalda.
–David, ¿puedes cerrar la puerta al salir? –le pidió Ojos de Pez.
–Claro –respondió él–. Nos vemos, Jenna.
–Sí –le contesté sin mirarlo.

Ahogada en una grabadora (SINREVISAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora