Le dije que aún podríamos ser amigos.
Luego hicimos un pacto de verdadero amor.
Me pregunto qué estará haciendo ella en estos momentos.
Sueños de verano, se rompen las costuras
Pero oh, esas noches de verano.🌸
El sonido de una campana resuena en una cafetería a las siete de la noche en Vancouver, Canadá. En ella habían escazamente ocho personas, algunas en pareja o en grupos de amigos, y solo una persona sola. Una chica, cabello rosado, ojos grandes que se mantenían fijos en la pantalla de una computadora y sus dedos se movían con agilidad en las teclas.
La persona que entró se dirigió a la barra donde fue atendido por un chico de gorro navideño y delantal verde. Sonreía mucho y eso le irritaba. Un americano junto a una dona con cubierta de chocolate para consumir en el lugar.
—¿Disculpa? —le llamó el mismo chico que antes le atendió— No puedes comer en la barra. Normas del lugar.
—¿Dónde planeas que coma? —el azabache estiró sus brazos— No hay mesas disponibles.
El chico, ya nervioso por el tono y la actitud del cliente intentó hallar una solución, sin embargo le interrumpieron.
—Jason, puede sentarse conmigo. No me importa compartir mesa.
—Siempre me salvas la vida, flor. —le agradece con las manos pegadas y levantándolas al cielo— Puedes sentarte con ella, amigo.
Con pereza se giró a la mesa que le estaba siendo indicada y divisó a la llamativa chica de gorro y abrigo blanco, guantes grises y jeans azules. Usualmente no se sentaría con desconocidos, pero dadas las ciecunstancias, el hambre y el tiempo no se daría el lujo de rechazarla.
Con paso firme caminó hasta la mesa cuadrada y quedó de pie frente a la chica. Ella sonrió ampliamente.
—¡Hola! —saludó con efusividad y alzando una mano. En respuesta, él alzó una ceja y sorbió de su café. —Siéntate, por favor.
—Hmp, gracias. —dijo sin mirarla y sentarse en la silla frente a ella.
Ambos continuaron con sus respectivas labores, ella sumergida en su computadora y él terminando su café y su dona. En algunas ocasiones la miraba de reojo queriendo evitar que ella se diera cuenta, a diferencia de la chica, que le miraba sin vergüenza y sonreía.
—¿Quieres saber qué hago? —preguntó dejando de mirar la pantalla de su portátil y viéndolo a él ahora.
—Tsk, ¿por qué querría hacerlo?
—Porque no dejas de mirarme, así que hay dos opciones: quieres saber qué es lo que hago, o piensas que soy bonita.
—Hmp, ¿crees que pienso que eres bonita? —ella encogió sus hombros— No eres tan afortunada, pero tienes razón, tengo curiosidad por saber qué te tiene tan ensimismada en esa computadora.
Ella soltó una risita.
—Estoy escribiendo un artículo para la empresa en la que trabajo. ¡Quiero que sea perfecto! Por eso soy lo más meticulosa posible.
El entusiasmo y emoción de la chica inquietaban al azabache.
—¿Dónde trabajas?
—En la revista 'Japan Spotlight'.
—Pero la revista es japonesa. —ella asintió— ¿Trabajas desde acá?
La chica cerró su portátil y se recargó sobre ésta: —Ya sabes mucho de mi, pero yo no sé nada de ti, excepto que te gusta el café americano y las donas de chocolate. —rio.
ESTÁS LEYENDO
Sakura 》Sasusaku
Hayran Kurgu❝El amor es como una flor: sí se descuida se marchitará, pero sí se lucha por el podremos apreciar el florecer de un amor eterno.❞