No me vengas de buenas

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Sigo en el baño llorando mirándome los cristales enterrados en mis puños que chorrean sangre. Hasta que se abre la puerta por un agitado Stefano.

- ¿Qué te ha pasado Penélope? He oído un chillido- Pregunta mirándome a los ojos pero estos se desvían hacia el suelo lleno de sangre y después hacia mi mano.

- Nada que te importe.- Digo secamente dirigiéndome hacia el lavamanos para enjuagar me la mano y poder quitarme los cristales.

- Deja que te ayude, espera.- Su voz cambió radicalmente a una preocupada. Se acerca a mí y coge mi mano la aparto de un tirón.

- No necesito a nadie que me cuide, llevo haciéndolo dieciséis años.- Le suelto sin sentimientos, aunque en el fondo me duele mucho que nadie  nunca se ha preocupado de mi.

Stefano se separa de mí y puedo notar  una mirada de pena que no intenta disimular.

- Deja de mirarme con pena. Si quieres ayudarme tráeme el botiquín. - Le espeto mirándole con rabia.

- Vale.- Dice y se va corriendo.

Me miro a un trozo de espejo, se me había olvidado que llevaba rímel y ahora parecía un mapache asesino.

Me quito un cristal grande con la mano y empieza a derramar sangre, ahogo un chillido.

Alarmada cojo un buen trozo de papel higiénico y presiono sobre la herida. Cómo no funciona me quito la camiseta y la enrollo estaba entrando en un estado de pánico y tenía muchas ganas de vomitar por ver tanta sangre en la camiseta y en el suelo.

Stefano llega con el botiquín más tranquilo, se acerca a mí, me quita la camiseta enrrollada en la mano cuidadosamente. Observa bien las heridas, con unas pinzas empieza a sacar los cristales enterrados en mi mano.

Ahogo los gritos cada vez que me saca un puto cristal. Los peores son los chicos porque tiene que meter las pinzas en los cortes.

- ¿Cómo vas?- Me empieza ha hablar.

- ¿Tú qué crees que como voy?- Bufo.

- Solo te pregunto para distraerte un poco. ¿Que vas a querer comer?- Sigue hablándome.

- ¿Acaso se te ha olvidado que estamos en el puto instituto?- Le pregunto de mala ganas.

- Tenemos una máquina de comida. Y se dónde guardan la llave.- Dice mirándome a los ojos para echar una carcajada la cual me pega y también me río.

- Y...¿Dónde guardan esa llave?- Pregunto inocentemente.

- Ah no no, que te conozco. Seguro que haces una copia.- Me dice sonriéndole con su blanca dentadura. Le pongo cara de cachorrito.- No me pongas cara de cachorrito niña.- Y se empieza a reír.

- Jo yo que quería hincharme a chuquerias. Dije sonriendo sin quitarle el ojo de encima

Me comienza a acariciar una oreja y se va acercando hasta robarme un beso. En ese momento le cojo la mano que tenía tocándome el pelo y me voy andando hacia el despacho del director sin decir una palabra. El se queda con cara de tonto mirándome y sin decir nada. No se va a librar tan fácilmente. Aquí empieza el juego

Atrapada con el profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora