Exactamente se cumplían dos meses desde que llegué a Colombia, el clima era disperso y eso hacía que me recordara a mi ciudad natal, no había tenido mucho tiempo para conocer pero este fin de semana me propuse visitar lugares históricos de la ciudad de Bogotá. Mi vida social se limitaba a mis compañeros de trabajo, Carolina y a veces Eduardo, y al conserje de mi edificio, por lo que busqué en internet los lugares que recomendaban y opte por el museo del oro, que según decía, era uno de los más populares y concurridos en la ciudad. Vague un poco por la ciudad en busca del museo, tenía el GPS activado y esa molesta vocecita me indicaba las calles que debía tomar. Al llegar efectivamente había mucha gente pero no era algo tedioso y molesto, empecé a recorrer por los pasillos, me detuve a mirar una pequeña escultura que parecía una balsa con personitas dentro, estaba un tanto concentrada observando cuando una voz me interrumpió.
Es una balsa de oro - dijo una voz a mis espaldas, me voltee para ver quién era, y me reí por su comentario un tanto obvio.
No lo había notado - dije divertida, provocando que se sonrojara - gracias por el dato.
Lo que quería decir era que, es una balsa muisca - lo miré interrogante sin saber de qué hablaba.
¿Muisca? - pregunté.
Si, es un pueblo indígena que habitaba en lo que ahora es Colombia - lo miré en silencio - Está balsa era una ofrenda para los dioses, en representación del pueblo muisca.
Qué interesante - dije sonriente - ¿Trabajas en el museo? - el soltó una pequeña risita.
No, solo vengo de visita - dijo con una sonrisa tímida.
Supongo que sabes mucho de historia, tienes pinta de sabelotodo - repliqué.
Solo sé un par de cosas - me miraba directo a los ojos, intimidante - soy Juan Pablo.
Mariana - dije con una sonrisa amistosa.
Mucho gusto - dijo como un señor mayor - ¿eres de por aquí?
Más o menos - me miraba sin expresión alguna - no soy de aquí pero ahora vivo en Bogotá.
¿Y eso por qué? Si se puede saber - dijo interesado -
¿No eres un psicópata, verdad? - bromeé.
¿Acaso parezco uno? - bromeó haciendo que lo mirara de arriba para abajo.
Un poco si - reímos - bueno, la verdad es que me vine por trabajo, me ofrecieron un puesto en la universidad como profesora de literatura y no dude en aceptar.
¿Eres profesora? Eso no me lo esperaba.
Si bueno, hace un año me gradué nada más. El trabajo me cayó del cielo y supongo que lo acepte más por la ciudad que por el trabajo en si.
¿Habías estado en Bogotá antes? - preguntó -
No del todo - reí - solo en el aeropuerto de Bogotá, pero conozco Medellín, Barranquilla y Cartagena, de las mejores vacaciones de mi vida - dije recordando.
Conoces más que yo, y eso que soy colombiano - bromeó con una sonrisa.
Terminamos de ver el museo conversando muy animados, se notaba que sabía mucho de historia o por lo menos lo hacía parecer, me resultaba tierna la manera en que intentaba hacerme reír, sus chistes eran bastante malos pero eso hacía que me causaran gracia. Al terminar el recorrido, se ofreció a mostrarme un poco más de la ciudad, encantada acepté, pero siempre con un poco de desconfianza, después de todo apenas lo conocía y podía ser un asesino.
¿Que quieres tomar? - preguntó cuando estábamos en la fila de un local -
¿Que me recomienda señor Colombiano? - bromeé.
Una lulada - dijo sin más.
¿Una que? - pregunté extrañada.
Una lulada, ¿No sabes lo que es? - negué con la cabeza -
¿Recuerdas que no soy de por aquí? - dije obvia -
Ya, pero has estado antes en Colombia. Ay! Mujer estoy seguro que te gustará - dijo dramatizando.
Si tú lo dices.
Cuando llegó nuestro turno de pedir, la chica que atendía no le quitaba la vista de encima, me sentí un tanto incómoda por la situación pero decidí ignorarla. Nos entregó nuestras "luladas", guiñándole el ojo descaradamente a Juan Pablo, el simplemente la ignoró y salimos.
¿Que esperas? - dijo ansioso.
Eres un poco impaciente ¿No crees? - bromeé.
Lo siento - dijo mirándome fijo, otra vez esa mirada intimidante.
No me mires así - dije riendo, intentado probar su famosa lulada.
Solo quiero ver tu reacción - explicó divertido.
Está bien - lo probé y para molestarlo hice cara de asco, se veía decepcionado y solté una risa - es broma, está muy rico la verdad.
No eres graciosa - se burló.
Tú tampoco - le saqué la lengua y el solo negó con la cabeza riendo.
Cuando el sol comenzó a esconderse, me disculpé y le dije que debía irme a casa ya que tenía cosas que hacer, amablemente se ofreció acompañarme hasta mi casa.
¿Estás seguro que no eres un asesino? - bromeé.
Muy seguro - dijo riendo - solo quiero acompañarte, aún no conoces bien la ciudad.
Voy a aceptar solo porque no me apetece caminar sola hasta mi apartamento - me excusé, la verdad si quería que me acompañara, era muy simpático y lindo.
Caminamos envueltos en una conversación bastante trivial, mi apartamento no quedaba tan lejos del centro pero nos tomo unos quince minutos llegar. Una vez que llegamos, le agradecí por el lindo día y el tour que me regaló, nos despedimos con un beso en la mejilla que se quedó grabado en mi mente, le sonreí por última vez y subí hasta mi piso. Una vez entré, dejé mis cosas en el sofá y maldije para mí misma, no le había dado mi número y nisiquiera le pregunté si apellido, di por echo que ahí se terminaría toda comunicación con Juan Pablo, lastima, era muy simpático.
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Soñarse De A Dos
Romance"La distancia no es un problema. El problema somos los humanos que no sabemos amar sin ver, sin tocar o sin escuchar. El amor se siente con el corazón, no con el cuerpo". - Gabriel García Márquez