36. Despedidas

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Dejaré un capitúlo y me iré lentamente sin dar explicaciones por mi ausencia estos meses. 

El vuelo de mis padres salía al anochecer, sentimientos encontrados me atormentaban. Por un lado, estaba feliz que se fueran ya que los días junto a ellos habían sido estresantes pero los iba a extrañar. Y mucho. No tenía la certeza de cuando volvería a verlos, tal vez para navidad o año nuevos, pero tampoco era seguro. Y para eso faltaban varios meses.

- Fue muy considerado de parte de Carolina y Adrián invitarnos a almorzar - comento mi mamá mientras se arreglaba un cabello frente al espejo.

- Para que veas que tengo buenas amistades – dije sarcástica.

- Lástima que solo elijas bien a tus amigos.

Ignoré su comentario, sabía que se refería a Juan Pablo. Había sido imposible que esa mujer se llevara bien con él, en cambio mi papá se resistía pero los escuché hablando animados hace unos días cuando mamá estaba en la peluquería. Yo sabía que en el fondo le agradaba.

- Juan Pablo está abajo esperándonos – anuncié.

- Al menos podría haber subido a avisarnos.

Miré con ganas de matar a mi mamá pero ella ni se inmuto, simplemente caminó hacia el ascensor. Fue un largo y silencioso camino a casa de Adrián, Juan Pablo me miraba un tanto incómodo y cuando tomé su mano una falsa tos se escuchó. Respira me dije a mi misma, solo le quedan unas horas en Bogotá y luego todo volverá a la normalidad. Llegamos a esa casa que mi mamá estaba tan emocionada y su atención se dirigió directamente a Adrián por el resto de la tarde.

- Gracias por invitarnos.

- Lo que sea para que se te acorte el día con tu mamá – bromeó Carolina.

- Juro que unas horas más con ella y la voy a ahorcar.

- Tranquila, mi hermoso novio la mantendrá ocupada.

La primera parte del almuerzo paso tranquila, aún no había perdido la paciencia y eso era buen augurio. Mis amigos habían preparado una tarde perfecta que mantenía la atención de mi mamá en cualquier cosa que nos fuéramos Juan Pablo y yo. Después del postre mi papá me pidió que lo acompañara a caminar por el enorme jardín, se venía una de sus sermones. Estaba segura.

- No te veo muy feliz con nuestra visita – comenzó – sé que no somos las personas más agradables, en especial tu madre pero te extrañábamos y para nosotros fueron unos días maravillosos. No esperes que ella te lo diga pero la conozco y está feliz.

- Papá, por supuesto que estoy feliz de verlos, es solo que han sido muy groseros con Juan Pablo y yo realmente lo quiero.

- Es un buen muchacho, me agrada bastante. No se lo digas a tu madre.

Mi sonrisa se hizo enorme.

- Hay algo que quiero que entiendas, nosotros solo queremos lo mejor para ti y tal vez él no nos parece la mejor opción.

- No podrías saberlo, a penas lo conoces – me defendí -. No le diste una oportunidad.

- Claro que le di una oportunidad, se la estoy dando ahora. ¿Crees que dejaría que estuvieras con él si no creyera que es bueno para ti?

- Ya verás que no es como cree mamá.

- ¿Te hace feliz? – preguntó serio.

- Muy feliz.

- Entonces yo lo acepto.

Lo abracé, significaba mucho para mí que estuviera de mi lado en esta situación. Gracias le susurré.

Soñarse De A Dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora