12. ¿Mujer? ¿Qué mujer?

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Ariadne

Kenneth duerme plácidamente en su cama, su cabello dorado brilla levemente bajo la luz de su lámpara de noche.

Me duele demasiado verlo tan débil y pálido. Las ojeras moradas bajo sus hermosos ojos y sus labios resecos. Llevo una mano a mi estómago y cierro los ojos ante la sensación de asco que siento hacia mí misma por hacerle esto.

No quiero dejarlo, no creo ser tan fuerte como mi hermano para tomar aquella decisión. Sé que es un pensamiento muy egoísta, pero yo lo amo.

"Quizás es temor lo que siento..."

Temor a que él tome la decisión de dejarme.

Hace mucho tiempo mi hermano y yo creíamos que en nuestro sistema no había una pizca de sentimientos, que sólo teníamos los que nos eran útiles y eso era todo.

Que equivocados estábamos, ahora creemos en el dolor y sufrimos ante la incertidumbre del que pasará si nuestras ayudas idóneas no estarán más junto a nosotros.

—Qué bueno que ya llegaste, te extrañaba demasiado —escucho en un débil susurro.

—Estaba visitando a Giselle —le explico —Ya despertó.

—Me alegro, espero que se ponga mejor de salud, estar enfermo apesta. —bufa y luego me sonríe —Por cierto, qué hermosa estas, pero esa cara de preocupación no me gusta. ¿Podrías quitarla?

Sonrío de lado y me siento en el borde de su cama.

—¿Cómo es que estando enfermo lo único que te importa es mi preocupación?

Kenneth se incorpora en la cama con sumo cuidado para quedar sentado pegado al respaldar —¿Quieres conversar? Soy todo oídos, princesa.

Controlo el impulso que tengo de lanzarme a sus brazos y acurrucarme a su pecho. He extrañado su contacto más de lo que me gustaría admitir.

Ayer cuando vine a verlo, lo máximo que hice fue darle un abrazo muy corto y luego Giselle fue hospitalizada, lo que me dio la excusa perfecta para irme.

—¿Qué pasaría si te digo que tengo un viaje muy largo y debo irme lo más rápido posible? —le pregunto y entonces se pone de pie.

Lo miro sin entender al ver cómo va hasta su armario y empieza a sacar ropa de los ganchos.

—Kenneth —lo llamo —Kenneth ¿Qué estás haciendo?

—¿Cuánto dura el viaje? —pregunta sin mirarme.

Yo me pongo de pie y mantengo la distancia entre nosotros.

—¿Cariño, que haces? —vuelvo a preguntar —Ya basta.

—Iré contigo —se gira a verme y sube dos camisetas de vestir —¿Cuál te gusta más?

—La roja —señalo la de su mano izquierda. Kenneth sonríe y guarda la otra en el armario nuevamente.

Sacudo la cabeza y me doy un ligero golpe con la mano abierta en la frente.

—No, no. Kenneth, no puedes ir conmigo, es un viaje largo y no se cuánto tiempo estaré fuera.

—Precisamente por eso voy a ir contigo —alega —¿Crees que estaré más tiempo sin ti? Te fuiste tres días sin avisar y casi muero al no saber porque o para qué.

"Fue por tu bienestar..."

—Detente por favor, no puedes ir —insisto.

—Entonces dime ¿Cuándo regresarás? ¿Dónde estarás? Así podré tomar el avión privado de mis padres para irte a ver cuándo yo quiera.

Destinados por la muerte #3 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora