32. Epílogo

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Giselle

Tres años después

Abro los ojos asustada ante el ensordecedor llanto de mi hija, porque Aria no llora, ella grita hasta no más.

Aparto la sábana de mi cuerpo dispuesta a ir por mi hija, pero Zaek lleva una mano a mi estómago impidiendo que me levante.

—Yo voy a ir, quédate aquí —dice y acto seguido se pone de pie. Rodea la cama hasta donde me encuentro, se inclina para dejar un beso en mi frente y me sube la camisa del pijama para besar mi estómago —Buenos días, Axel, no te asustes, sólo es tu hermana en su habitual manera de despertarnos.

Los gritos de Aria no paran, incluso creo que se hacen más ruidosos por segundo, por lo que Zaek baja mi camisa a su lugar y se para de manera erguida para ir por nuestra pequeña.

Le sonrío media dormida y lo veo alejarse. Dejo caer mi cabeza a la almohada y me llevo una mano a mi estómago por debajo del pijama acariciando con suavidad.

Estaba muy grande, precisamente hoy cumplía ocho meses de embarazo de mi tercer y espero que último hijo.

—Mi amor, eres mi único chance para tener un hijo tranquilo —susurro en dirección a mi estómago y me río por lo bajo cuando Axel empieza a moverse, al parecer ya estaba despierto —No seas igual de desesperado que Zahiel, te juro que tu hermano mayor no se puede quedar quieto, y tampoco tengas un carácter tan dominante como tú hermana, cuando no obtiene lo que quiere le dan unos arrebatos que incluso asustarían a Lucifer.

Aria nació al año siguiente de Zahiel y no pasaron muchos meses cuando volví a quedar embarazada de mi segundo varón, Axel Mikel.

Al igual que el primer nombre de Aria, Zaek escogió el de Axel y en realidad no tiene un significado, simplemente le gustó porque suena determinado y fuerte. Mikel lo escogí yo por el significado que dice: «Aquél que se asemeja a Dios».

—Mira quién también había despertado y estaba esperando impaciente en su cuna para que lo sacaran —comenta Zaek entrando a la habitación con Zahiel en un brazo y Aria en el otro.

Mi hija estira sus manitas en mi dirección cuando me ve y sus brillantes ojos azules se encuentran empañados en lágrimas.

—Ven aquí, hermosa —me incorporo en la cama y la recibo en brazos con cuidado de no golpearme el estómago.

Zaek rodea la cama para acostarse a mi lado con Zahiel en sus brazos.

—Dios, no creo poder soportar cien años de ellos siendo bebés —comento con fingido pesar —Debo darle créditos a tu padre por criarlos, sólo, y sin ningún tipo de problema.

Zaek se ríe y como tal Zahiel lo imita, su primogénito es muy parecido a él.

—Un día no serán niños y pediremos al cielo que vuelvan a estar como ahora —me dice mientras mira a Zahiel que ha comenzado a jugar con las sábanas.

Aria sigue aferrada a mi pecho, tranquila, ya consiguió lo que quería, que era estar conmigo.

Acaricio la cabeza de mi hija peinando su lacio cabello negro.

—Lo sé, me aterra la idea de verlos crecer y que ya no dependan de nosotros —susurro.

—Siempre volverán, somos sus padres.

—El futuro me asusta —le confieso.

Zaek me mira con una sonrisa y unos ojos llenos de ternura.

—Tranquila, amor, no pienses en eso, sabes muy bien que vamos un día a la vez.

Sonrío viéndolo fijamente, Zaek es simplemente perfecto, por las mañanas me encanta admirarlo ya que sin siquiera esforzarse me altera en muchas buenas maneras, quizás por eso Zahiel ya va por su segundo hermano.

Es un buen padre, un excelente hermano, un gran amigo y el mejor esposo que alguna vez pude imaginar.

Sin apartar la mirada de él comienzo a recordar todo lo que nos trajo hasta este preciso momento.

''La Muerte nos destinó..."

—Sí —asiento y me inclino solo un poquito para besar sus labios cortamente —Vamos un día a la vez. —repito sus palabras y el me sonríe de regreso.

 —repito sus palabras y el me sonríe de regreso

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Destinados por la muerte #3 [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora