Capítulo 1

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—Ya apuñalenme, ayúdenme a tirarme de un puente. ¡Ya mátenme! —Ethan dice, mientras tira su corbata hacia arriba en señal de colgarse, ladea su cabeza mientras intenta estirar su brazo lo más posible hacia arriba.

En frente de él Frank, Penny, Levar, Tristan y Carrie, le observan en silencio. Es lunes y el drama de Ethan no tarda en hacer que todos sepan que ha iniciado un día lleno de sus vibras tan... elegantes, cuando no está tirando de su propia corbata como un idiota. Pero a las mujeres les gustan graciosos también... ¿Cierto?

—Yo pediría que me maten también —Penny hojea un libro. Ethan suelta un bufido miserable, mientras deja de hacer su escena de suicido fallido—, pero también me excusaría con que haya sido un accidente, Eth.

—Penny tiene razón, hombre —Frank habla, mientras posa la vista en su móvil, ahí habla con su novia, o su amante, cualquiera—. Fue un accidente. Estabas apurado también, ¿Cómo ibas a saber que se iba derramar algo de una forma tan estupida?

—Es que no es solo alguien —Carrie toma el mando en la charla. Ethan sabe que Carrie no va a ayudar en absolutamente nada para aliviar la vergüenza que tiene ahora mismo, tampoco la culpabilidad—. Es Angelo. Esa pintura le tomó dos meses, les había comentado que fui testigo de esa belleza de metro ochenta y siete bailando bajo la luna, fumando cigarros, sin camisa y manchado de oleo. Dios, juro que me palpita la v-

—Ya entendimos que eres una precoz que se excita con el pensamiento —Levar interrumpe a su hermana con asco—. No estamos aquí para escuchar tus obscenidad, asquerosa puerca.

Ethan toma asiento finalmente y se mantiene en silencio, pensando en una forma de remediar lo ocurrido. Angelo, el artista con mejor futuro de aquel instituto, había sido puesto en una situación horrenda. Cuando un hombre magnate ofreció cinco veces las sumas normales de dinero por uno de sus cuadros hechos especialmente, le había tomado dos meses a Angelo realizar un cuadro que superara todos los anteriores, trazos finos y groseros, delicados y exigentes. Definitivamente el cuadro que Ethan destruyó era el cuadro perfecto, uno de muchos, pero las ideas plasmadas en este eran más sólidas.

Por esa y mil razones más, las personas no deben de interferir en los estudios ajenos, sin los artistas dentro, sólo para robar algo de tinte y usarlo para sus pantalones desteñidos, por eso no es bueno regar el tinte sobre un cuadro enorme y precioso.

—Sólo tenemos que mantener el secreto, como muchos que tenemos —Tristan dice algo somnoliento, todos asienten—. La única diferencia es que este secreto es millonario y podría arruinar las oportunidades de un artista, pero bueno, no importa. ¿No es así?

Ethan lo observa con un nudo en la garganta, todo aquello es una mierda completa. Antes de ponerse de pie, todo el resto del salón entra al lugar y todos saludan al chico con ansias, deseosos de aquella buena energía y esa preciosa estética visual. Ethan es uno de los chicos más populares en todo el lugar, no por su estado económico, no por su estética, tampoco por las historias que sus hermanas dejaron, era por su forma de ser.

Del otro lado del salón, Angelo toma la pintura resguardada bajo la manta blanca y frunce el ceño al ver el piso levemente manchado de negro. Ignorando la señal de algo malo, toma el cuadro e inicia una caminata hacia la sala de reuniones estudiantiles de aquel enorme lugar. Lleva pantalones flojos y sus zapatos manchados de pintura, su camisa por dentro del pantalón y una gabardina de tela fina estampada, sus ojeras son enormes y lleva el cabello desordenado, a ellos sumándole la barba que tiene por haber trasnochado en aquello meses.

—Buenos días, Angelo —Perrie, una de sus admiradoras de arte le dice, cuando lo ve caminar a su punto de reunión. Angelo ignora aquellas palabras.

El arte de tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora