Capítulo 30

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Capítulo dedicado a @TraseroDeAmerica

***

Ethan

¿Cómo era esa expresión de enojo que una vez escuché en un barrio latino? ¡Ah, sí! ¡Estoy que me pinchan y no sangro! Lo único que sé en el idioma español y en esta situación me queda como anillo al dedo. Me siento como si Diamond me hubiera condenado a la horca, pero es que no soporto a ese tipo. En serio. Y es que me hace sentir tan inferior con su presencia, que despierta en mí esa espinita llamada celos, solo de pensar que él fue antiguo amante de la que ahora es MI mujer.

¡Maldito seas, griego! ¡Tú, todos tus millones, tus ojos azules y tu pelo bien peinado! Agh, Dios. Parezco un maldito niño enfadado porque su madre la da más arrumacos a su hermano menor.

Todo mi cuerpo entra en tensión cuando las camionetas se detienen en uno de los restaurantes que sirven almuerzos más caro de todo Manhattan. ¿Y cómo no? El magnate griego es todo un hombre fino y ostentoso, no esperaba menos de él.

–Estás tan tenso, Ethan, relájate– me susurró Diamond antes de bajar del auto. A regañadientes la sigo y los guardaespaldas no escoltan hasta la entrada al restaurante.

Entrelazo nuestros dedos mientras el maître nos conduce hacia la mesa asignada. Y allí está él, sentado en la terraza de la segunda planta del lugar, para disfrutar de una increíble comida al aire libre. Para nada mi gusto ya que esta se puede contaminar con el aire de la agitada ciudad. Aferro la mano de Diamond cuando Darius fija la mirada en nosotros. Su rostro no tiene expresión alguna, está imperturbable.

–Diamond, es un gusto verte de nuevo– se levanta de la silla con elegancia y se acerca a mi señora para darle un beso en la mejilla que dura más de lo normal –No sabía que venías acompañada– me mira con ojos serios pero con una media sonrisa y me tiende la mano –¿Cómo está, señor Whitmore?

–Bien– contesto seco aceptando el apretón de mano. Nos miramos unos segundos fijamente hasta que la voz de Diamond nos interrumpe.

–¿Comenzarán con el concurso de meadas nuevamente?– dice soltándose de mi agarre y sentándose en una silla con rostro fastidiado.

–Por supuesto que no, ¿verdad, Christopoulos?

–Completamente de acuerdo– contesta este.

El maître me acerca una silla ya que la mesa era para dos y yo llegué de imprevisto. Supongo que esto no se puede al ser un lugar tan exclusivo pero son Diamond Hamilton y Darius Christopoulos, ¡por Dios!. La fortuna de ambos juntas pueden alimentar tres veces a un país pequeño. Harían por ellos hasta dejar el restaurante vacío.

El griego le pide al un vino al hombre, que asiente rápidamente. Luego mira a mi mujer con intensidad. Por lo que acerco la silla un poco más a ella y al parecer no le molesta, entonces me acerco solo otro poco más,

–Felicidades por el caso– le dice con una sonrisa y luego clava su mirada fría en mí –Y felicidades por la vicepresidencia a ti. Es un cargo muy importante.

–Sí, y pretendo asumirlo de la manera más profesional posible, y claro, dar lo mejor de mí para que la empresa crezca.

–Me parece perfecto, tienes actitud, me agradas– se pasa la mano por la barbilla, analizándome con la mirada.

–Christopoulos, deja de comerte a mi hombre con los ojos. No le van tus juegos– me atraganto con mi propia saliva al escuchar el divertido comentario de Diamond. ¿Qué ella acaba de decir? ¿Acaso el griego es...? Los miro a ambos con curiosidad.

Mi Señora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora