Capítulo 19

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Ethan

Devuelvo el estómago por cuarta vez. ¡Mierda! ¿Por qué bebí? Esa es la pregunta que nos hacemos siempre, sin embargo, hoy es diferente. Tengo un horrible dolor de estómago, mi respiración está irregular y muero de frío, tiemblo como un papel expuesto a un ventilador. Me siento mal, muy mal. Otra arcada me ataca y vomito en el váter. Oh, mierda. ¿Debería llamar a alguien? Estoy solo en casa y no creo que eso sea bueno, siento mareos y en cualquier momento me voy a desmayar.

Como puedo me levanto del piso y busco mi móvil en la sala, donde me quedé dormido hace, ¿cuánto? Miro la hora, son las una de la madrugada. No mucho, recuerdo repetir la entrevista de Diamond alrededor de unas veinte veces y luego el sueño invadirme. El apartamento gira a mi alrededor y me dejo caer en el sofá. ¡Joder! Me voy a morir. Marco el número de emergencias y espero a que me atiendan.

–Novecientos once, ¿Cuál es su emergencia?– la voz de un hombre me hace abrir los ojos, los cuales no sabía que había cerrado.

–Ayuda, necesito ayuda, no me siento bien, por favor– mi propia voz suena amortiguada y rasposa. La vista se me nubla y mi corazón aumenta su velocidad. ¡No veo nada!

Permítame la dirección de su domicilio, señor.

–¡Por favor, no veo nada! ¡Ayúdenme, no tengo fuerzas!– le pido tratando de gritar pero mi tono se hace más bajo a medida que hablo.

Justo le estoy dando mi dirección a la central, cuando siento mi cuerpo desvanecerse, perder las fuerzas, caigo a un lado y entonces todo se vuelve oscuridad.

***

Despierto sobresaltado, mis ojos se abren de par en par y analizan todo a mi alrededor. Estoy en una habitación con olor a antisépticos, me encuentro rodeado por cortinas verdes y entonces mi cerebro ubica el lugar. Un hospital. Pero, ¿qué hago aquí?

Trato de incorporarme pero la cabeza me retumba. Me quejo un poco y decido quedarme recostado. Vuelvo a cerrar los ojos. Si estoy aquí es porque no estoy bien, mi estómago revuelto y mi garganta lastimada, me hacen sospechar el motivo de mi hospitalización.

Una de las cortinas que me rodean se abre, dándole paso a una mujer de mediana edad, vestida de enfermera. Al verme despierto sonríe.

–Buen día, joven. Al fin ha despertado.

–¿Al fin?– pregunto confundido.

–Sí, fue ingresado inconsciente a las 1:30 de la madrugada y ya es de día– revisa la intravenosa y la cambia de lugar. Hago una mueca cuando pincha mi brazo izquierdo con el catéter.

–¿Puedo saber qué pasó?

–¿No lo recuerda?– niego con la cabeza. No saber nada me frustra –Es normal en este tipo de caso. Ha sufrido una intoxicación por alcohol– ahora todo tiene sentido.

–¿Quién me trajo? Recuerdo estar solo anoche.

–Por lo que dijeron los paramédicos, usted mismo llamó a una unidad– ¿Yo? ¿En qué momento? Parece que la enfermera ve la interrogante en mi cara porque vuelve a tomar la palabra –Al parecer su inconsciente activó su instinto de supervivencia. Llevándolo a actuar de esa manera, llamando a emergencias. Pero debería ser más responsable y no tomar toda esa cantidad de alcohol, los doctores tuvieron que lavar su estómago, pero aún hay sustancia en su organismo.

–Tengo resaca– le digo y ella asiente.

–¿Y quiere menos? Le voy a preguntar al médico de turno, para que le indique algún medicamento.

–Gracias.

–Ese es mi trabajo, señor. En unas horas se le dará el alta.

Vuelve a cerrar las cortinas al salir. Suspiro, ¿instinto de supervivencia? Tal vez. Sea lo que sea, tengo que darle las gracias. Porque los efectos secundarios que tengo, me dan una idea de lo que pasó anoche.

Mi Señora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora