Epílogo

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Ethan

–¡No puedo!– escucho el grito de Diamond desde alguna parte de la casa.

Frunzo el ceño y me levanto del sillón del estudio para salir al pasillo y encontrar a mi esposa con nuestro bebé en su pecho y con su collar de diamantes de algunos cien mil dólares roto en sus manos. Oh, cielos.

–¿Qué pasa?– pregunto y sus ojos tiran dardos hacia mí.

–¡Tus hijas, eso pasa!– casi solloza –¿Sabes lo costosa y antigua que es esta gargantilla? Y entre Sapphire y Aquamarine la han roto.

–Tranquila, Di...– otro grito me interrumpe.

–¡Sapphire te voy a matar!– sale Piper de su habitación con la tableta en sus manos y esta se encuentra, completamente rota. Mi hermana nos mira con rabia –Diamond, voy a aceptar ese apartamento en Manhattan que dices, no puedo vivir en la misma casa que esas dos criaturas monstruosas.

Creo que les resumo.

Han pasado unos seis años y en este último la casa se ha puesto patas arriba. ¿El motivo? Unas trillizas traviesas que llegaron a nuestra vida para volverla más interesante.

Recuerdo en el momento que nos decidimos a tener hijos, íbamos mes tras mes al médico nuestro para poder obtener unos óvulos sanos de mi mujer y fecundarlos para seguido implantarlos en el vientre de Hillary, sí, ella nos haría el trabajo. Necesitaba dinero para ir a la universidad y Diamond le ofreció pagarle la colegiatura completa si lo hacía. Lo que no esperábamos era que de los cuatro embriones implantados, tres se desarrollarían a la perfección. Incluso el mismo doctor se sorprendió.

Por lo que ahora tenemos tres pequeñas de tres años, de las cuales dos, son un peligro. Sapphire y Aquamarine son insoportables, y eso que soy su padre, pero no puedo negar la verdad. Después está Ruby, que es un amor de niña. Tranquila, dedicada, y en secreto, la favorita de todos.

Al final está nuestro bebé, que se lo adoptamos a una chica adolescente que nos lo ofreció desde que tenía cuatro meses de gestación. Onix es un angelito, ni siquiera llora.

Y sí, mis hijos todos tienen nombre de piedras preciosas como su madre. Original, ¿no?

Volviendo al tema. Sapphy y Aqua. Las dos se asoman por la puerta de su habitación con unas sonrisas traviesas y masajeo el puente de la nariz.

–¡Chicas!– las llamo y ambas se ponen derechas. Al menos a mí me obedecen.

–Son unas malcriadas– gruñe Diamond acariciando la espalda del pequeño –¿Se puede renunciar a ser madre?– dice y veo como las caritas de mis chicas se ponen tristes. Eso, Di sabe cómo hacerlas arrepentir. Si algo hacen esas diablillas, es amar a su madre y cuando ella las reniega, saben comportarse. Por unas horas.

–¿Algo que decir?– pregunto y ellas asienten.

–Perdón– murmuran y una Piper de dieciocho años rueda los ojos.

–Eso no recuperará todos los datos que tenía en este cacharro– entra a su habitación y da un portazo.

Sí, la vida de padre no es para nada fácil. Pero me encanta, me gusta de verdad.

***

Diamond

Dejo a Onix en su cuna dormido y me vuelvo a la habitación de las trillizas. Veo a Ruby, bien juiciosa como siempre, sentada en su cama y a las otras jugando con los LEGO en el suelo.

Mis pequeñas pueden ser unas niñas muy inquietas pero son mi razón de ser. Cuando Hillary dio a luz y las vi, supe que serían mi perdición. A pesar de que las tres tienen mis ojos, Ruby y Sapphire son idénticas a Ethan, pero con el pelo castaño. Aquamarine es lo contrario, se parece a mí, pero tiene el pelo tan rubio como mi marido.

 Aquamarine es lo contrario, se parece a mí, pero tiene el pelo tan rubio como mi marido

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–Vamos, niñas. Es hora de dormir– doy unas palmadas y ellas rápidamente se levantan del piso para ir a sus camas.

–¿Todavía estás enojada, mamá?– pregunta Sapphire y sonrío de lado.

–Sí, lo estoy. Saben que las cosas de mamá, ni las de papá, mucho menos las de tía Piper se tocan. ¿Acaso quieren que Pip se vaya de casa?– las tres niegan con la cabeza y beso la frente de mi pequeño zafiro –Entonces deben portarse bien.

Les doy las buenas noches a las tres y mi pasiva Ruby me sonríe mostrando sus pequeños dientecitos.

–Te amo, mami.

–Yo también las amo, mis amores.

Apago la luz y tras cerrar la puerta, escucho la risilla inconfundible de la rubia. Sé que tardarán en dormir, pero al menos no saldrán de la habitación.
Vuelvo a mi aposento para encontrar a mi marido abotonando su camisa. Yo por mi parte, estoy lista.

–¿Se durmieron?– pregunta.

–¿Quienes? ¿Tus hijas?– digo con sarcasmo y él ríe.

–Son tremendas– niega con la cabeza y se sube las mangas de la camisa hasta los codos –¿Lista?– se gira hacia mí y se acerca para tomarme de la cintura.

–Sí, ¿de verdad quieres?– cuestiono curiosa e Ethan asiente firme.

–Claro que sí.

–Bien.

Todos estos años han sido normales. Hubieron discusiones, sexo alocado, más discusiones, disculpas. Noches románticas, viajes de negocios, vacaciones. La llegada de las niñas. Luego Onix. Y solo puedo decir una sola cosa, no cambiaría por nada del mundo lo que he construido junto a Ethan.

El proyecto White Paradise se hizo con éxito, también el hotel castillo de Atenas.

Y ahora, bueno, ahora vamos al Temptation. Tenemos una cita con Caroline y Darius. No creo que deba explicar para qué.

En fin, lo último que quería decir es que, no tenemos la vida perfecta, pero es nuestra vida y así la amamos. Con nuestros altibajos, nuestras pequeñas perversiones y nuestra extraña relación cambiante.

Las manos de mi esposo suben a mis mejillas y él besa mis labios suavemente.

–Te amo– decimos al unísono y se me escapa una sonrisa.

Sí, me encanta nuestra nueva vida.

Mi Señora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora