Capítulo 49

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Ethan

¿Puede una persona estar más feliz que yo? No lo creo. Una exitosa mujer de negocios, dueña de un gran emporio, que podría tener cualquier hombre a sus pies, ha aceptado ser mi esposa. A mí. Un humilde hombre de los barrios bajos de Nueva York, con un historial manchado por la acusación de fraude y robo en una empresa. Que se buscaba la vida bailando casi desnudo en un club de mala muerte. Sí, cualquiera diría que soy un cazafortunas, pero nadie conoce quien soy en realidad. Nadie sabe como mi corazón se agita cuando la miró, nadie sabe como mi cuerpo reacciona ante el timbre de su voz. Nadie sabe como me sentí a morir ayer cuando la vi caer frente a mí, después de que recibiera ese balazo.

Si antes sabía que quería estar con ella toda mi vida, ahora siento esta imperiosa necesidad de atarla a mí y no dejarla que se exponga a ninguna situación que yo considere de peligro, por más machista que se escuche. Me aterra el saber que puedo perderla, me acojona el hecho de que su trabajo y posición económica la expone a miles de enemigos.

Levanto la mirada cuando la cama se hunde a mi lado, Diamond sonríe antes de recostarse sobre mi pecho. Beso su frente y ella observa el anillo en su dedo.

–¿Te gusta?– pregunto repentinamente amedrentado. Tomo su mano y acaricio sus nudillos. Miro la pieza, es de plata y muy sencillo, un aro con un diminuto diamante en el centro –Sé que no es muy caro y que tú estás acostumbrada...

–Está perfecto, me encanta– me interrumpe y deja un beso en mi pecho –Es mi posesión más valiosa– susurra y una sonrisa tímida se asoma por mis labios.

–¿De verdad?

–Sería una tonta si te miento.

Inclino mi cabeza para besar sus labios con suavidad. Su boca carnosa y dulce se funde con la mía hasta que estamos satisfechos. Su cabeza vuelve a reposar en mi pecho y mis dedos acarician su costado izquierdo con parsimonia. Bajo la mirada a su vientre y un sentimiento de nostalgia me embarga.

–¿Sabes? Nunca me dijiste a qué se debe el que tengas esa condición para no concebir– digo curioso y la siento tensarse. Estoy a punto de decirle que olvide lo que dije, cuando habla.

–Lo heredé de mamá, ella tenía el mismo problema, aunque pudo tenerme a mí tras mucho esfuerzo. Sin embargo no pudo embarazarse de nuevo– levanta la mirada y puedo notar la pena en sus ojos azules –A ella le dolió mucho que tuviéramos el mismo síndrome, pero ya no hay nada qué hacer– dice con voz resignada y la aprieto a mí. Otra pregunta se forma en mi cabeza y no sé si es buena idea dejarla salir, pero mi coordinación cerebro y boca, cae a cero, soltando la jodida interrogante.

–¿Con quién intentabas ser madre?– quiero golpearme a mí mismo por el tono celoso en que empleo la inquisición. Soy un idiota con todas sus letras en mayúsculas. Escucho la suave risa de Diamond y mi cuerpo se relaja un poco.

–En ese entonces salía con un buen muchacho, hijo de un antiguo socio de mi padre. Si algo debo agradecerle a mi desgracia es el hecho de no darme un hijo con ese chico, al final resultó siendo un bobo que no puede vivir si no es bajo la falda de su mamá– levanta una ceja hacia mí, divertida –¿Algo más que deba saber el señor para ver si puede casarse con esta dama?– frunzo el ceño.

–Yo... no– balbuceo y ella suelta una carcajada. Dejo salir un suspiro y admito por dentro que sí parecía un novio investigando si sería correcto casarse con dicha mujer –Olvídalo, piensa lo que quieras.

–Oye, solo jugaba– se sube a mi regazo, aún mirándome con diversión y de un movimiento encaja su sexo en mi ingle. Haciéndome notar la calentura de su centro. ¡Oh, por Dios y todos los apóstoles! –¿Por qué no nos divertimos un poco?– con sus ojos, y sin dejar de moverse encima de mí, señala la puerta de la habitación de juegos.

Mi Señora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora