Sixteen

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Con recelo veía aquel bote de pastillas que estaba sobre la encimera. Iba por un vaso de agua pero eso pronto captó su atención, y decidió examinarlo como todo niño curioso.

Intentó leer lo que había inscrito, lo abrió, sacó una pastilla, y la vio más de cerca.

Por su mente paso que quizás podría probar una, después de todo, cuál sería la diferencia de las que tomaba él.

No, mejor no, cuando su madre las tomaba se comportaba raro.

Quizás...

Alzó su mirada y se le ocurrío hacer algo.

La idea de ir por una silla le parecía innecesaria, bien podía solo subirse a la encimera y ya está.

Le costó, pero una vez ahí, agarró el bote y...

Todavía no llegaba a la parte superior del repostero, así que no le quedaba nada más que pararse y no fallar en el intento.

Tambaleando lo logró aunque no estaba del todo seguro que pudiera seguir de esa manera por mucho tiempo.

Pensó en dónde pondría aquellas pastillas, y optó por ponerlas junto a los platos, en el fondo para que nadie se de cuenta que las puso ahí.

Cuando por fin lo había logrado, se alejó para bajar y...

Él simplemente terminó causando un gran desastre por un mal movimiento.

Cuando los platos impactaron contra el suelo, por instinto se protegió con sus tentáculos que sobresalían de su espalda. Al bajar evitó pisar los pedazos de vidrios que estaban esparcidos por todo el suelo.

Seguía un poco en shock por lo ocurrido, se podría haber lastimado y realmente ya no deseaba más heridas.

Mientras buscaba una manera de limpiar sin que nadie se fuera a dar cuenta de lo ha pasado, escuchó unos pasos apresurados hacia donde él estaba.

Tal vez, solo tal vez debería considerar de irse.

Sin embargo, antes de poder salir de la cocina, se encontró con el rostro enojado de su madre.

¿Estaba en problemas, no?

—¿Cómo es qué...? —Dirigió su mirada a lo que Radier había provocado y luego a este, cómo demonios es que un niño podía hacer tanto caos.

—No fue mi intención, solo...

—Uhg, no digas nada —No quería  enojarse ahora, necesitaba que ese niño se callará.

—L-lo siento...

—¿Lo sientes? —Preguntó casi explotando de rabia, una disculpa no arreglaba nada, se necesitaba más que unas palabras para reparar todo esto.

Radier se asustó al sentir las manos del mayor sobre sus hombros, su tacto era tosco y firme.

—M-mamá...

Error buscaba muchas razones para no hacer algo que tal vez se lamentaría luego.

Debía mantener la calma.

La maldita calma...

No...

Ser sereno no era lo suyo.

—Au, mamá... —El azabache con sus manos presionaba el rostro de su primogénito, tocaba sin ningún cuidado los notables moretones que no habían sanado.

—Duele ¿Verdad? —Sus manos dejó caer, mas se aferraron al último momento en la sudadera del más bajo.

Radier fue sujetado levemente de la sudadera por el mayor, quien luego alzó su mano al aire.

Duele mucho, no sabes cuánto, Radier.

La culpa lo carcomía, tanto que le nubló su mente.

Recordó un poco tarde que mañana era el cumpleaños de su... hijo.

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Por aquí se supone que dejé el capítulo feliz.

||Ellos me odian|| «Radier»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora