Doce.

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Capítulo doce:

Venus.

— Parate acá y no toques nada.—Dije dejando a Valentín parado en el medio de mi pieza, largó una risa y asintió con la cabeza mientras se recostaba en la pared con la mirada perdida.

Sin dudas había sido mala idea darle de tomar a Valentín, es decir, fue mi culpa por no haberle creído que nunca tomaba y cuando lo hacía era sólo un poco, se me fue la mano dándole escabio y ahora no se puede ni mantener de pie. Corrí a la cocina y le preparé un café rapidito, cuando ya lo tuve corrí escaleras arriba volcando la mitad, pero no tanto.

— ¿Me puedo sentar Venus? Me duelen las piernas.—Sonrió con los ojos chinitos, yo me reí y asenti con la cabeza, me daba gracia y ternura que no se haya movido del lugar en donde lo dejé, me acerqué hasta la mesita de luz y dejé la taza ahí, mirando lo que hacía.

Estaba sentado con los pies extendidos y movía uno en el piso, eso era inconsciente, ya me había dado cuenta de que lo tenía, miraba sus manos como si no las reconocieron y sonreía, parecía que estaba re drogado en vez de borracho.

— ¿Qué haces Valen?—Me reí divertida cuando vi que acercó sus manos mas a su cara para verlas, pegó un saltito en el lugar y sonrió cerrando los ojos.

— No sé, m-me gustan mis manos.—Dijo hipando a mitad de las palabras, sonreí y me senté con él en la cama, era la primera vez que lo escuchaba decir algo que le gustaba de su cuerpo, las agarré y miré sus dedos, si era verdad, sus manos eran hermosas.

— A mi también me gustan.—Le sonreí, largó una risita linda y tapó su cara tirándose para atrás, cerró sus ojos y cuando me di cuenta de que se iba a quedar dormido lo sacudí para que se tome el café.—Hey Valen.—Lo sacudí, abrió los ojos enseguida y me miró.

— Hola Venus.—Sonrió agarrando mi muñeca, me tiró despacio arriba suyo, caí con mi cara cerca de la suya y al verlo con una sonrisa igual de linda me reí, escondió su cara en mi cuello y largó un suspiro, dándome cosquillas.

Si Valentín se iba a poner así de atrevido siempre que se ponga borracho, le daba de tomar todos los días. Pasó su nariz por mi cuello y yo me reí por las cosquillas que me provocaba ese tacto.

— Que rico tu perfume.—Susurró, si, definitivamente lo iba a emborrachar todos los días para que sea así de suelto conmigo, me reí cuando pegó más su nariz y respiró mi olor.—Me encanta.

— Esta faceta tuya no la conocía.—Hablé cerrando los ojos con una sonrisita de labios cerrados, largó una risa y se separó para verme a los ojos, sus ojitos azules estaban mas chiquitos que de costumbre.

Y me sentía un poco culpable por llevarlo a un baile en donde todos fumaban para festejar que se sacó un diez en matemáticas. Porque así era, se sacó un diez en la materia que yo lo ayudaba.

— Yo tampoco.—Sonrió, dejé un beso en su mejilla y él sonrió otra vez, dejó que salga de arriba de él para que le de la taza de café que le había hecho.

— Tomalo y se te va a pasar un poco el pedo que tenes.—Dije pasándole la taza, asintió con la cabeza agarrándola y tomando un trago bastante largo, no entendí como no se quemó la lengua.

Lo miré hasta que terminó el café, tenía la vista fija en un punto de la habitación y parecía no notar mi mirada, en serio era lindo, es hermoso mejor dicho. Su pelo castaño más claro que nunca y sus ojos azules brillosos, acompañados por esas pestañas hermosas que tenía, sonreí cundo noté que sus mejillas se ponían un poco rojas y me reí.

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