Treinta y seis.

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Treinta y seis:

Valentín.

— No quiero nada.—Dijo Venus parándose de la cama sin mirarme, largó un suspiro y fue directo al baño entre quejas, apreté mis labios acomodando mi pelo y suspire bajando la mirada a la cama.

A Venus le había venido, siempre sufría de dolor cuando estaba así y me daba pena no poder hacer nada solo ir a comprar pastillas para que a ella se le pase. No quería que se sintiera mal.

Por eso cuando vi que desapareció por la puerta, me paré de la cama y saque las sábanas que tenía una manchita roja, a Venus le avergonzaba mirarme después de esto. Pero yo no entendía, era normal y ella se ponía a llorar a veces, caminé hasta el lavarropas y las metí poniéndolas a lavar.

En el camino puse la pava y corrí a la pieza otra vez, armando la cama y escuchando como cantaba a todo pulmón desde la ducha, sonreí mordiendo mi labio, fui a su placard y agarré ropa interior de ella, una de mis remeras y un pantalón largo de algodón, agarré sus pantuflas y me metí al baño dejando todo ahí sin molestarla.

Nunca llevaba ropa y siempre se pasaba de frío, más ahora que esta con las defensas bajas.

Salí del baño otra vez y agarré dos tazas para hacerle el desayuno, le hice un café con leche mientras escuchaba como se dejaba de bañar y reía suavemente, no sé de qué, pero yo también sonreí al escucharla. Venus es hermosa, la quiero cuidar siempre y tenerla en mis brazos cuando se sienta bajón, como en estos días que siempre me decía lo horrible que se sentía por manchar la cama.

Y yo estaba ahí, tratando de hacerle entender que no me importaba, que era normal y que yo la quería cuidar.

Cuando las tostadas saltaron las metí en una bandeja al igual que las tazas y las acomode, escribiendo una notita y dejándola abajo de su taza, largue un suspiro agarrando todo y caminando a pasos lentos hasta entrar a su pieza. Estaba tirada boca arriba abrazando su vientre, tratando de darse calor en esa parte.

— ¿Te caliento la bolsa?—Pregunté asustandola un poco, me miró entrecerrando los ojos, dejé la bandeja en la cama y me senté agarrando su mano.

— No.—Dijo simplemente, ah eso también pasaba, cuando le solían doler mucho los ovarios siempre respondía cortante, ni siquiera hablaba, solo para decirme que me quería en un tono seco pero verdadero.

— Te hice café, ¿Estas bien?—Pregunté al ver que arrollaba sus piernas, cerró los ojos largando un suspiro y asintió.—¿Amor?—Dije dejando besos en su mano.

Alzó los ojos hasta dejarlos fijos en los mios y subió sus cejas.

Amaba ese gesto de ella, como cortante pero interesada en lo que le iba a decir también. Dios mio, la amaba hasta cuando estaba en sus días y se quejaba de todo.

— ¿Qué?—Habló sentándose en la cama, solté su mano para que pueda agarrar el café.—¿Qué es esto?—Preguntó apuntando el pedazo de hoja que había puesto yo.

— No sé, leelo.—Me hundí de hombros ladeando mi cabeza y sonriendo de costado mientras veía como lo desdoblaba.

Se lo acercó a la cara y lo leyó en un ratito, una sonrisita apareció en sus labios y mi corazón latió con fuerza cuando me miró con sus ojitos brillosos.

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