Allies ✦ Jeon Jungkook

XI. Awakening; Part 1

El "Le Vide" de mi tío cubre la pared, con esos tonos azulados decantando en ocres, incompatibles pero hipnóticos. No sé hace cuánto tiempo estoy aquí, sentado en el sofá, viéndole inamovible; por alguna razón no escucho la puerta delantera, ni los pasos en las escaleras. Por eso cuando Lucy aparece en mi altillo me sorprendo.

¿Por qué ha vuelto?

Ahora lleva un vestido verde. Verde como sus ojos, que se angostan cuando me sonríe, antes de humedecerse los labios dubitativa. El cabello negro le cae suelto a un lado y no entiendo el motivo, pero va descalza.

¿Será por eso que no la he oído?

Me enderezo en el sofá cuando camina despacio hacia donde estoy, sus pies finos llevándola sobre sus puntas, como si estuviera elevada, liviana, divina. Mira hacia los lados antes de alcanzarme, curioseando como chiquilla. Es cierto, nunca ha subido aquí.

—¿Qué haces... ?

—Shh, nada, nada. —dice, con su dedo de porcelana sobre mis labios a la vez que se sienta a mi costado.

Trago duro cuando me recorre con su mirada, mientras desliza su yema en mi boca. Sus piernas flexionadas con gracia sobre mis sábanas revueltas. Entonces, apoya su nuca en el respaldar con suavidad y mira la pintura frente a nosotros, mientras yo quedo adherido a su perfil, de ojos fijos y pensamientos desordenados.

—No tienes cojones, Jungkook. —dice después de un momento, y vuelve a mirarme con una sonrisa.

—¿Q-Qué...?

—Seguro que él los tenía. —su cejo fino se eleva al señalar el cuadro.

—No entiendo , Lucy, ¿por qué... ?

—Debiste quedarte en casa, Jungkook. Debiste hablar con tu madre. Y también: debiste besarme antes. —su rostro vira hacia mí una vez más. Ya no sonríe, luce seria, desencantada. Otra vez trago grueso. No lo entiendo pero siento que tiene una razón absoluta y solo debería oírla—. Deberías hacerlo ahora. —agrega.

Como si su mirada me estuviese hechizando y yo no pudiera más que darle la derecha en cada una de sus sentencias, me inclino sobre su boca despacio, y la tomo con la mía apresurado, desesperado, sin siquiera preguntar de que va todo esto, por el contrario, me hallo preocupado por alimentar mis novedosas ganas de ella. ¿Es que la echaba de menos ya? Sus manos no tardan en trenzarse en mi nuca; esos dedos finos como raíces ávidas que se aferran de mi cabello. En un tiempo igual de corto que el que le lleva enloquecerme, me encuentro tomándola por su cintura. Lucy está sobre mí a ahorcajadas, su vestido verde arrollado encima de sus muslos cremosos y suaves. Me besa los labios como si fueran su oxígeno, empuja su lengua en mi boca como si quisiera alcanzar con ella mi alma. Sus manos dejan caricias por mi torso desnudo cuando su cadera ajustada se mece sobre mi entrepierna, rozando duro, haciéndome sisear sorprendido.