XX. Promises;

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Mi vida es un cúmulo de extraños domingos al que puedo sumarle este

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Mi vida es un cúmulo de extraños domingos al que puedo sumarle este.

Y es que los domingos siempre me han parecido un mal chiste.

La primera vez que le puse atención a la canción Ironic de Alanis Morissette me pareció muy absurdo que no mencionara los domingos como la humorada máxima que nos juega la vida. Ese aire de paz incierta, ese sabor a final de la fiesta, a dos de enero, al último día de tu viaje de vacaciones, repetido una y otra vez cada puta semana.

Exactamente como me siento ahora. Como no me había sentido en un tiempo.

El último año que viví en casa de mis padres estuve alimentando inconscientemente ese desprecio hacia el día siete. Mamá no se encontraba por allí los domingos, desde que mi padre había perdido su empleo se la pasaba haciendo horas extras; vamos, que no estaba en casa ningún día de la semana, pero esos días eran los que peor me sentaban. Lo digo, aún no sé si me fastidiaba que no tuviera dia libre o si lo que me molestaba incluso más, era que mi padre intentara disfrutar de ellos. Desde paseos por el parque hasta salidas a almorzar. Tiempo de calidad le decía, cuando nos arrastraba a los dos fuera a seguir sus pantomimas. Incomprensible y a mi gusto: hipócrita. De pronto fui yo quien pedía extras en la pequeña tienda de discos de segunda mano donde atendía, para ayudar con los ingresos y también, estar menos tiempo en casa.

Mi padre había pasado de ser un hombre en crisis por la pérdida de su empleo y por -según sus propias palabras- "Fallar a su deber de hombre de la casa", a ser un insustancial que se iba por las mañanas, volvía por las noches y paseaba los domingos siempre, con una sonrisa ajena en su rostro. Fue también un día domingo que mamá y yo lo discutimos. Ahora que lo pienso, tal vez mi aversión a este día ha terminado aunando los desastres. Le pedí que abandonara sus extras. Que almorzara con nosotros, que ya veríamos luego. Le reclame estar harto de mi padre y su estúpido y nuevo buen humor infundado que me ponía negro.

Mamá me sonrío, se sentó a tomarse su café junto a mí en lugar de hacerlo al pie del mesón como un día más, y me pregunto por qué estaba siendo tan injusto. "¿Injusto yo?" Recuerdo reclamar, y pensar que la casa estaba patas arriba ya. Según mi madre, estaba siendo muy injusto, y aunque en ese momento supe que tal vez tenía razón y el que estaba patas arriba era yo, nunca se lo admití. "¿Si me hubiese tocado ahora estar desempleada, y sonriéndote los domingos, estarías tan molesto?". A nadie le gusta que le cierren el pico, pero cuando es tu madre quien lo hace, hombre, merece una reflexión.

Al parecer, una parte de mí que no reconocía, estaba de acuerdo con aquello de "Fallar a su deber". Yo, el chaval liberal que perdió su plaza en la uni porque "El arte no se enseña". Yo, el que defendía la vida bohemia de mi tío, que nunca sentaba cabeza. Yo, estaba juzgando a mi padre por escapar, sin intención aparente, de su supuesto rol. Así que le di una oportunidad a la situación, me la di a mí. Después de todo, él había demostrado sentirse mal y, ¿cómo podría yo poner más peso en sus hombros que los que ya le había cargado el mundo?

Allies ✦ Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora