57: Punto final

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Joaquín

Emilio. No creo que pueda decir en qué momento exacto me enamoré de Emilio, creo que hasta cierto punto, me bastó con escucharlo cantar por los pasillos para saber que quería esa voz penetrando mi alma siempre. Aunque, he de confesar que al principio no congeniamos bien, ambos tenemos personalidades muy diferentes y sentíamos que no había manera de que eso cambiara. Estábamos equivocamos.

Intentamos ser amigos, con todas las horas que pasábamos juntos era imposible no llegar a conocernos bien y me sorprendió lo cómodo que era estar a su lado; te contagia de su buena energía, hace demasiadas locuras sólo para hacerte reír y eso me parecía algo lindo de su parte. Sin darnos cuenta, la confianza creció y mostramos la cara que siempre le ocultamos al resto del mundo.

Así fue como poco a poco me di cuenta de que Emilio era mucho más de lo que pensé, mucho más de lo que él mismo mostraba y un día me encontré completamente fascinado por eso. Y lo que me atrapó de Emilio es que siempre te cuida sin que te des cuenta; eso me hizo empezar a verlo, a verlo en serio. Vi que es demasiado dulce y solidario, y sinceramente, es algo que no esperas de él; le encanta aparentar ser una persona despreocupada y casi siempre es algo sangrón, presumido y burlón, pero es más sensible de lo que muchos piensan y con eso, me nació la necesidad de cuidarlo también y así nos convertimos en un apoyo mutuo. Incluso me sorprendió el encontrar una fortaleza en mí que no conocía, pero que Emilio siempre vio en mí; nunca lo entendí, pero me gustaba demasiado.

Conocí todos y cada uno de sus gestos, sus diferentes sonrisas, sus diferentes miradas, la manía de revolverse el cabello al estar cansado o ansioso (aunque claro, después lo hacía porque descubrió lo jodidamente sexy que eso me parecía y amaba ponerme nervioso). Y es que, simplemente, no puedes dejar de verlo, cada nuevo detalle que descubría de él me gustaba más.

Creamos nuestro propio universo, nuestro propio lenguaje; ya no había necesidad de palabras entre nosotros, sólo eran necesarias las miradas, ligeros roces para entender lo que el otro necesitaba. Fue algo que sólo se dio, para cuando me di cuenta era tarde, estaba total y completamente enamorado de él. 

Al principio dolió, sólo por creer que era heterosexual, que su corazón estaba ocupado y nunca existiría un "nosotros"; por todas las veces en las que ambos huíamos de estos sentimientos a toda costa, por todas la personas que quisieron protestar contra lo nuestro, todo eso me hacían verlo imposible. 

Pero después de eso, nada ni nadie ha podido frenar este amor que sólo sabe crecer. Incluso ahora, en su auto; puedo imaginar la pequeña lucha mental que lleva en su mente; lo sé por cómo junta las cejas de vez en cuando. No tengo idea de cuál va a ser su decisión final, pero sé que él ya tiene una idea clara; justo como yo, que no existe nada que me haga querer dejar de luchar por él.

Llegamos al lugar que había mencionado, y la verdad era un mirador bastante bonito. Se encontraba un poco alejado de la ciudad, pero se podía apreciar una vista increíble que no pude evitar sonreír. Había una pequeña barda de manera que nos separaba del acantilado y ambos nos acercamos a ella.

-Mira –se agachó a la barda y señaló una inscripción tallada que resaltaba de entre muchas, decía "Temo y Aris 4e" –La descubrí una semana antes de viajar a Los Ángeles y te aseguro que no estaba ahí antes de eso. Era lo que quería mostrarte. 

- ¿En serio? Qué bonito; la gente no los deja ir... –sonreí de imaginarme a las personas que pudieron haberla hecho. Me sentía muy contento de que, sin importar cuanto tiempo pase, siempre habría personas que llevaran a esos personajes en sus corazones; yo mismo me siento conectado a ellos, aun ahora. – ¿Crees que ellos sigan juntos? Me refiero a después de tantos años.

Sólo si es contigo - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora