51: Cuando tus ojos me miran

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El viento de la ciudad de Nueva York se sentía inusualmente cálido a pesar de ser otoño. Emilio no podía quitar la mirada de los ojos del pequeño castaño frente a él, quien no había podido tomar la chamarra  porque no lograba definir si realmente esos ojos, eran los de Emilio. Todo se sentía tan irreal, y sintiendo como si el mundo se hubiera detenido ante ellos. Parecía que el tiempo se había paralizado, como si la misma Tierra hubiera parado de rotar conteniendo la respiración a la espera de algunas palabras.

Joaquín: Emilio... –pudo decir cortándosele la voz un poco – ¿Qué haces aquí?

Emilio: Sólo... -pasó su mano detrás de su nuca, sintiéndose un poco nervioso. –Estaba caminando por aquí...

El menor soltó una risa ligera sintiéndose burlado por el destino de que efectivamente, tras días de pensar en él, era Emilio quien estaba ahí junto a él. Emilio, por su parte, se relajó al verlo reír, no sabía cuánto lo había necesitado hasta que ocurrió y por un momento pudo sentirse más tranquilo, pero los nervios eran demasiado. 

Joaquín: Me refiero aquí, en Nueva York... -ladeó la cabeza sonriente intentando asimilar la situación en la que se encontraba.

Emilio: Ah, eso –rio nervioso, haciendo que el corazón del castaño saltara un poco –Vine por trabajo, en realidad, ¿y tú?

Joaquín: Yo vivo aquí... –alzó una ceja provocando una risa en Emilio.

Emilio: Bueno, yo me refiero a este parque, Joaco –el castaño desvió la mirada con un ligero sonrojo.

Joaquín: Iba camino a...mi casa, sólo...amm vengo saliendo del teatro, de hecho –soltó una pequeña risa al notar que se estaba trabando un poco con las palabras.

Emilio: Cierto... –observó el pequeño ramo de girasoles que llevaba en la mano y se puso contento –Y, ¿te gustaron las flores?

Joaquín: ¿Tú las mandaste?

Emilio: Sí, bueno, después de que me hiciste llorar como Marius, era justo darte algo.

Joaquín: Entonces, ¿me viste en la obra? –no entendía porque el simple hecho de verle asentir le provocaba que todo su cuerpo temblara.

Emilio: Estuvo increíble, me gustaste mucho... –ambos chicos contuvieron la respiración por un segundo –Quiero decir...la obra me gustó. Ósea tu papel en la obra fue muy bueno.

Joaquín: Gracias...–le sonrió comenzando a sentirse demasiado ansioso, esa sensación era peligrosa y no quería ceder ante ella –Quizás deba irme...tengo que caminar a la avenida por un taxi.

Emilio: Te acompaño, también necesito tomar un taxi de regreso –dijo inmediatamente sorprendiéndose a sí mismo. Quizás, era de esperarse, ahora que lo tenía enfrente, no quería dejarlo ir tan pronto.

Joaquín: Claro... –comenzó a caminar y entonces sintió las manos de Emilio sobre sus hombros como un tierno abrazo, pero sólo le estaba colocando su chamarra encima.

Emilio: Otra vez olvidas tu chamarra –le sonrió y caminó junto a él –Ha pasado mucho tiempo, ¿cómo has estado?

Joaquín: Bastante bien, he tenido mucho trabajo y lo estoy disfrutando mucho. ¿Y tú? Pensé que estarías en Chicago.

Emilio: ¿Supiste de eso? De hecho, por eso estoy aquí; estoy trabajando en el desarrollo de mi personaje. Estoy bajo entrenamiento y tengo que preparar algunas cosas. Quizás en un par de semanas ya me vaya para Chicago.

Joaquín: Ya veo, entonces estarás aquí un buen rato –sonrió para sus adentros y se dio cuenta de que habían llegado a la avenida –Bueno, aquí me quedo yo.

Sólo si es contigo - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora