26: Huatulco pt. 2

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Los chicos caminaban de regreso tomados de la mano, pero cuando la gente comenzó ser más frecuente tuvieron que soltarse. Joaquín seguía sin poder dejar de mirar la caja de galletas, se sentía demasiado conmovido con el gesto y no podía creer el enorme amor que sentía por Emilio. Platicaban y se reían durante todo el camino hasta que llegaron a la recepción donde tuvieron que despedirse.

Emilio: Entonces, ¿crees poder salirte en cuanto se duerma tu mamá?

Joaquín: Si, no habrá tanto problema, mi madre tiene el sueño muy pesado –se sonrojó un poco –No importa que tenga que hacer, yo me escapo contigo siempre.

Emilio: Yo también trataré de ser muy silencioso para que mi padre no me escuche salir... -le sonrío dulcemente –Nada me impedirá verte esta noche.

Joaquín: Entonces, ¿te veo aquí?

Emilio: No, reservé una de las villas de la parte de atrás del hotel, así que villa 112, ¿ok?

Joaquín: Las villas... ¿son las casitas que estaban como detrás de la alberca?

Emilio: Así es, bonito. En cuanto me escape de mi cuarto te aviso y llegas allá.

Joaquín: Está bien, amor, te veo al rato.

Ambos chicos subieron a sus habitaciones con sus padres y les anunciaron que estaban cansados por lo que se irían a dormir enseguida. Por su parte, cada uno de los papás no repelaron al asunto ya que era bastante tarde. Joaquín muy disimuladamente tuvo que ponerse audífonos para escuchar música para no quedarse dormido en lo que esperaba el mensaje de su novio rizado.

Por otra parte, Emilio tenía la suerte de saber que su padre tenía pacto con la almohada y que en cuanto se acostara este quedaría profundamente dormido. En cuanto escuchó sus ronquidos, se despertó y tomó sus zapatos, los dejó caer haciendo un ruido fuerte a propósito. Al no recibir respuesta salió de la habitación. Llegó a la villa y resultó ser más bonita de lo que esperaba, tenía su propia cocina, una sala bastante amplia y la recámara tenía una cama matrimonial y estaba arreglada con muchas flores justo como Emilio lo había pedido. Le mandó mensaje a su novio y comenzó a preparar unas velas y un poco de música, no sabía porque se sentía muy ansioso, jamás había sentido tantos nervios en su vida.

Joaquín recibió el mensaje de Emilio y lentamente comenzó a salir de su cama para no causar ningún ruido. Por desgracia un pie se enredó con la cobija y terminó cayéndose al suelo. No se movió ante el susto y el dolor, pero su madre no se había despertado. Suspiró y se levantó tomando una bolsa de tela con unos zapatos y una ropa que había dejado en una silla. Salió del cuarto y se metió a uno de los baños del hotel, se cambió de ropa, y se lavó los dientes, intentó peinarse un poco y se dio cuenta de que le temblaban un poco las manos y sólo se rio.

Al llegar a la villa se sentía muy nervioso, sentía le sudaban las manos y no se recordaba si realmente se había lavados los dientes o lo había soñado. Emilio le había dicho que la puerta iba a estar abierta, pero el castaño se quedó mirando la puerta un par de minutos antes de entrar.

El lugar era muy bonito, era un poco elegante, muy espacioso y estaba lleno de velas encendidas, se escuchaba música instrumental y había un camino de pétalos que al parecer daban a la habitación. Joaquín lo siguió y al entrar a la habitación Emilio estaba parado esperándolo, vestía una camisa blanca y unos pantalones negros, no llevaba zapatos y tenía su cabello un poco despeinado.

Joaquín: Emi...te ves increíblemente guapo... -dijo sintiendo como sus orejas ardían.

Emilio: Tú no te quedas nada atrás –dijo mirándolo, llevaba una playera negra un poco pegada de los brazos que hacían notar su cintura y un pantalón de mezclilla corto –Eres lo más hermoso que han visto mis ojos en el mundo. 

Sólo si es contigo - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora