09- El héroe

17.5K 2.2K 2.3K
                                    

Rechaza a la chica, decían. Es lo mejor, decían. 

JÚPITER

Christine intentó besarme.

Y la rechacé.

Es en lo único que pienso mientras esperamos en una fría y pequeña celda que no tiene ni un solo asiento. Yo estoy de pie, afirmado en la pared. Sami se pasea de un lado a otro, tirándose los pelos y despotricando contra mí -unos segundos más y tendré que golpearlo para que cierre el hocico-. Christine está encogida en un rincón, abrazándose las rodillas y escondiendo la cara entre ellas.

Está llorando, no hay duda.

¿Llora porque nos detuvieron y llamarán a nuestros padres o porque la rechacé? Espero que sea la primera opción. Éstos últimos días Christine sólo ha iluminado mi vida, y al parecer yo he entristecido la suya.

Todo ha sido mi culpa, lo admito. Dejé que se acercara demasiado, o, mejor dicho, yo me acerqué demasiado. Sí, eso es. Tener cerca a Christine ha significado para mí un alivio, un respiro de mi cuadrada rutina gracias a su sonrisa cálida y su expresión despreocupada, pero eso es algo que no puedo permitirme.

La rechacé porque no quiero herirla. Mi familia es un verdadero dolor de cabeza, sobre todo mi padre. Espera demasiado de mí y no quiero fallarle. No quiero decepcionarlo. Para eso, debo enfocarme en mis estudios, no en tener novia. Éste último año tengo que poner mi máximo empeño en mis notas e ingresar a una de las universidades pertenecientes a la Ivy League en la carrera de arquitectura, como lo hicieron mis hermanos. Así, en unos años asumiré un cargo importante en la compañía de la familia y mantendré en lo alto el apellido Frost.

Pero, ¿a qué costo?

Eso no importa. No importa lo que yo quiera, sino lo que mi familia necesita. Y no necesitan un chico irresponsable que rescata perros.

Por mucho que me agrade Christine, lo mejor ha sido rechazarla y que ella piense que soy el idiota frío que todos creen.

—Pueden hacer una llamada —dice un policía gordo, acercándose a la celda—. Tienen dos opciones: llaman a alguien mayor de edad que pague la fianza o llamamos nosotros a sus padres para que esto se complique. Ustedes deciden.

—¿De cuánto es la fianza? —pregunta Sami.

—Doscientos dólares.

—¡¿Doscientos...?! ¿Qué es esto, un hotel cinco estrellas? ¡Ni siquiera me han dejado ir al baño y estoy que me cago!

—Es allanamiento de morada lo que hicieron, niño. No es para menos.

—¡Pero...!

—Calla, Sam —murmura Chris con voz apagada. Al fin levantó la cabeza y me alegra ver que no está llorando como creí.

—El dinero no es problema —me apresuro a decir—. Chicos, si pueden llamar a alguien de confianza que mantenga esto en secreto, yo pagaré.

Christine le echa una mirada a Sami y éste niega.

—A mí no me mires, no llamaré a Mike por nada del mundo. ¡Quiero a mi abogado, señores!

—Cállate, Sami, por favor —dice Christine levantando la voz. Está enojada—. Haré una llamada —dice caminando hacia el policía.

Christine sale de la celda y camina unos pasos hacia el teléfono del mostrador. Marca rápidamente un número que el policía le permite ver en su celular, sólo espero que no llame a su madre.

—¿Oliver? —murmura luego de unos segundos.

¿Quién mierda es Oliver?

—Sí, estoy bien. O... bueno, no tan bien —sonríe—. Lamento despertarte, es sólo que... Necesito un favor... Sí... En la estación de policía... —suelta una risita nerviosa—. Sí... —vuelve a reír.

La Regla Frost © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora