Porque hasta Blancanieves se sintió a gusto en la humilde casa de los enanitos.
14 de septiembre, 2013
JÚPITER
Despierto oliendo un suave y delicioso aroma a champú de arándano y perfume de chica, y tardo varios segundos en reconocer el lugar donde estoy. La habitación es simple, pero tiene un notable toque femenino. Las paredes blancas y las cortinas celestes combinan con el edredón de la cama del mismo color. Hay un escritorio frente a la cama con una laptop y algunos cuadernos, y sobre éste hay un póster de Chris Evans. También hay un estante con muchos libros y cuadernos.
Entonces, por las demás fotografías que hay en la pared formando un collage muy al estilo Tumblr, reconozco y recuerdo que es la habitación de Christine.
¡Demonios, pasé la noche en la habitación de una chica guapa sin la chica guapa! Allen estaría muy decepcionado.
Anoche, luego de que se fuera la luz, Christine me dejó quedarme con la condición de que su madre no debía verme si no quería pasar por un vergonzoso interrogatorio, así que cuando decidiera irme debía tener cuidado porque la señora Rogers -su madre- terminaba su turno en el hospital a las nueve de la mañana y volvía de inmediato a casa.
—¿Qué hora es...? —estiro el brazo hasta alcanzar el pequeño reloj que hay sobre la mesita de luz y pego un salto hasta quedar sentado en la cama—: ¡Una de la tarde, mierda!
Mi estómago ruge, así que me levanto y tomo mi ropa limpia y seca que está a los pies de la cama. Seguramente Christine la dejó ahí. Luego de asearme en el baño de la habitación, decido que es hora de irme, pero la curiosidad puede más y comienzo a recorrer la estancia sin tocar nada.
En la mesita de luz destaca un pequeño joyero de madera, una lámpara y un libro con la portada hacia abajo.
Me acerco al estante junto al escritorio en el que hay varios libros, entre los que destacan la saga de Harry Potter y la trilogía de Isabel Allende, además de varios ejemplares de H.P. Lovecraft y Edgar Allan Poe. De alguna forma me alegra no encontrar Cincuenta sombras de Grey.
En el escritorio, además de la laptop hay un par de cuadernos –uno de ellos tiene en la portada a Chris Evans sin camisa-, además de varias carpetas y de uno de los cajones sobresale la portada de la revista de la última colección de LizzieCo, una conocida y renombrada casa de modas que es muy cercana a mi familia.
Llama mi atención una carpeta de la que salen varias hojas sueltas, y pese a que me prometí no tocar nada, decido abrirla. En su interior encuentro varios bocetos y borradores de diferentes piezas de ropa, desde bufandas, abrigos y suéteres hasta bikinis y vestidos.
Vaya, los dibujos son bastante buenos; al parecer he dormido en la habitación de una diseñadora.
Doy un último recorrido por la habitación, reparando en un pequeño y extraño agujero en una de las cortinas, como si lo hubiesen recortado rápidamente con tijera.
Mi estómago ruge nuevamente, así que salgo al pasillo con cuidado y bajo las escaleras esperando no encontrar a nadie más que a Christine.
La casa parece estar sola. Me pregunto cuál será la habitación de la hermanita de Christine donde ella dijo que dormiría, quiero despedirme. Pero unas voces femeninas llegan a mis oídos a medida que avanzo por el pasillo.
Las voces parecen venir desde la cocina en el primer piso.
—No te preocupes, mamá yo lo haré —reconozco la voz de Christine.
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La Regla Frost © ✔️
Novela Juvenil[HISTORIA COMPLETA] Libro #1 de la trilogía "Guerreros contemporáneos" Júpiter Frost tiene todo para cumplir con el modelo del típico chico rompecorazones de su colegio, pero no lo es. De hecho, él es reservado, serio y silencioso, algunas veces inc...