JUSTIN
Cuando Júpiter y Christine se marchan, me dejo caer en el sofá frente a la televisión soltando un suspiro cargado de alivio. Todo salió bien. Tener el apoyo de bebé Júpiter es una tremenda ganancia que me ayudará al momento de enfrentar al resto de mi familia. Tengo que hacerlo, sé que puedo.
El llanto de Helena me hace correr a la habitación, y la saco rápidamente de su cuna preguntándole qué le pasa, como si fuese a responderme.
—¿Tienes hambre? No lo creo, bebé, acabas de comer. ¿Tienes frío? Estás calentita —acaricio su barriguita de bebé y sonrío pese a que ella me mira enojada; entonces, gracias a mi sentido del olfato, sé por qué llora. Mierda, qué asco—: Qué traviesa saliste, pequeña. Mira las formas en las que haces sufrir a papá.
Luego de cambiarle el pañal -juro que jamás me acostumbraré a esto- y de vaciar por completo un desodorante ambiental en la habitación, hago dormir a mi pequeña paseándola en mis brazos por toda la sala y finalmente vuelvo a arroparla en su cuna.
Nunca antes me imaginé haciendo estas cosas. Admito -con bastante vergüenza ahora-, que solía ser muy machista; era de esos hombres de mierda que piensan que sólo las mujeres tienen que ocuparse de los hijos y que los hombres sólo tenemos el deber de proporcionar sustento al hogar. Jamás creí que cambiaría pañales, que prepararía biberones o simplemente que sería padre tan pronto.
Pero todo cambió cuando Helena llegó a mi vida.
Yo era un hijo de puta en todo sentido. Un macho alfa que no conocía de ternura y más amor que el propio, hasta ese día en el que mi pequeña renacuajo se retorció en mis brazos, chillando a todo pulmón y cambiando mi vida por completo.
Ahora, a tres meses de su nacimiento, reconozco con orgullo que me sé de memoria muchísimas canciones infantiles. Preparo biberones en menos de tres minutos, ya no me equivoco en poner el pañal en el lado correcto, y sé qué toallas húmedas son las mejores para el cuidado de la delicada piel de bebé mi hija. No pensé que sería padre soltero y el cambio ha sido drástico, no es fácil darte cuenta de que estás solo en algo que debería ser de dos, pero lo estoy logrando.
—Tú lo vales, bebé. Haré que te sientas orgullosa de mí. Prometo ser todo lo contrario a como tu abuelo ha sido conmigo.
Voy a mi habitación y me quito el pantalón del traje, cambiándolo por un pantalón deportivo. Pienso en masturbarme. Mierda, hace meses que no tengo sexo con nada más que mi mano. Me acaricio sobre el bóxer, pero cambio de idea cuando mi estómago gruñe.
Camino hacia la cocina para prepararme un té. Júpiter y Christine se comieron ambas pizzas y yo apenas me comí un pedazo, así que decido preparar algo rápido de cenar cuando un extraño ruido en el pasillo exterior llama mi atención. Por la mirilla de la puerta veo a mi nueva vecina tirada en el suelo con un montón de cajas desparramadas a su lado. La muy tonta se cayó.
No puedo evitar reírme de su desgracia, y guiado por la idea de hacer un poco de caridad o simplemente divertirme, salgo al pasillo.
—Hola, ¿te caíste?
La chica, de cabello castaño claro y ojos color aceituna -no mis favoritos- parece de la edad de mi hermano, lleva un suéter de lana color rojo, pantalones de mezclilla y Converse. Ella me mira fijamente mientras se levanta sobándose el trasero. Un lindo trasero.
—No, ¿cómo crees? Me senté a descansar.
Lo dice con tanta naturalidad, que me hace reír pese a que noté su tono sarcástico.
—¿Te ayudo?
—No, está bien. Mi departamento es ese —dice indicando la puerta frente a la mía—, estaba por llegar y tropecé —comienza a levantar las cajas, y de todos modos decido ayudarla.
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La Regla Frost © ✔️
Dla nastolatków[HISTORIA COMPLETA] Libro #1 de la trilogía "Guerreros contemporáneos" Júpiter Frost tiene todo para cumplir con el modelo del típico chico rompecorazones de su colegio, pero no lo es. De hecho, él es reservado, serio y silencioso, algunas veces inc...