18 de abril, 2021
CHRISTINE
Soy mamá.
Marmotas, ¡soy mamá!
Leonard y Elizabeth nacieron hace exactamente ocho horas y no he dejado de sonreír desde entonces. Bueno, desde que desperté de mi siesta. El parto fue largo, agotador, y no voy a mentir, doloroso. Pero valió la pena cada lágrima, cada gota de sudor y sangre. Y no, no estoy exagerando. Hubo sangre de la fea.
Al final todo se resume a esta imagen: Júpiter sentado en un lado de la camilla con Lizzie en sus brazos. Yo estoy un poco más reclinada, con Leo acurrucándose entre los míos.
Júpiter nos observa, sus ojos brillantes mientras toma mi mano.
—Están aquí —susurra, y luego acaricia la diminuta nariz de Lizzie—. Y son tan... rosados.
—Acaban de nacer. Es normal.
Ambos son pequeñitos, cálidos. El sentimiento que me invade al observarlos es fuerte, difícil de explicar; una especie de alegría y amor tan poderosos que me hace querer protegerlos por siempre. Creo que son hermosos. Son los bebés más lindos del mundo, y Júpiter entre ellos hace que la escena sea perfecta para mí. Ya me sentía completa antes, con Júpiter, con el éxito de mi trabajo; este es otro peldaño más de felicidad que no sabía que podía alcanzar.
Pero creo que es tiempo de recordar cómo llegamos hasta aquí...
La noche del desfile de mi primera colección de ropa, Júpiter y yo nos reconciliamos.
Eso.
Sin drama, sin malentendidos.
Fuimos a pasear por las calles de un frío y nocturno Londres -nos perdimos el after party de mi desfile, pero, oye, no me arrepiento-, tomamos chocolate caliente caminando por las calles de un parque, y él fue bastante directo sobre lo que quería, sobre lo que sentía, como nunca:
—Christine, ¿te gustaría tener una cita conmigo?
Sonreí sin mirarlo. Iba a decir que sí, pero quería agregarle un poco de suspenso al ambiente.
—¿Una cita?
—Sí. Nunca dejé de quererte. Pasó el tiempo y poco a poco me di cuenta de que las ganas de volver a tu lado no se iban, las formas en las que me hiciste sentir... todo fue tan especial para mí que no quiero buscarlo en otro lado. Y por la forma en que me miras, puedo entender que sientes lo mismo.
¡Ah, el ego!
—Sí, siento lo mismo —confirmé.
Júpiter se detuvo y nos quedamos frente a frente. La escena me recordó a esa tarde hace cinco años atrás en West City, en un parque parecido, con dos chocolates calientes enfriándose; la diferencia era que, en ese entonces, yo lloraba, porque Júpiter estaba alejándose de mí.
Ahora era todo lo contrario. Sonreía como nunca, porque a pesar de cinco años separados estábamos dispuestos a darnos una segunda oportunidad.
—No quiero que continuemos lo nuestro donde lo dejamos. Me gustaría que empecemos de nuevo. Me esforzaré, intentaré conquistarte y ganarme tu afecto si es necesario —continuó.
¿Acaso no había oído lo que acababa de decirle? Yo sentía lo mismo. No tenía por qué intentar conquistarme. Entonces me di cuenta de que no dejaba de golpear una de sus manos contra su pierna. Estaba nervioso.
—No has cambiado nada —sonreí, y levanté mi mano para acariciar su incipiente barba—. Sigues siendo mi Júpiter.
Y lo besé.
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La Regla Frost © ✔️
Novela Juvenil[HISTORIA COMPLETA] Libro #1 de la trilogía "Guerreros contemporáneos" Júpiter Frost tiene todo para cumplir con el modelo del típico chico rompecorazones de su colegio, pero no lo es. De hecho, él es reservado, serio y silencioso, algunas veces inc...