06- Nalgas redonditas

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Sabes que estás compartiendo un momento perfecto con la persona correcta cuando hasta una roca te parece divertida. ¿O no, Júpiter? 

16 de septiembre, 2013

CHRISTINE

Hoy mamá se llevó el auto al trabajo así que Valerie y yo estamos obligadas a irnos en autobús al colegio... o al menos ella.

—Chris, no pienso esperarte más. ¡Adiós! —grita Val desde el piso de abajo. Yo sólo salgo del baño cuando escucho la puerta cerrarse y bajo las escaleras aún en modo zombi.

—¿Por qué no quisiste irte con tu hermana? —pregunta mi abuelo saliendo de la cocina revolviendo su taza de leche con avena.

—Porque estoy enojada con ella, abuelo.

Valerio Rojas, alias el mejor abuelo del puto mundo, tiene sesenta y tres años, y es chileno. Llegó a Estados Unidos con apenas veintitrés años, huyendo luego del golpe de estado de Pinochet en el año 73. Él era militar, pero se negó a participar en los abusos y violaciones de derechos humanos de los cuales el ejército era parte. Desertó, y obviamente sus superiores no se lo tomaron bien.

Así que él y la abuela dejaron todo atrás en Chile y comenzaron una nueva vida acá en West City. A la abuela le encantaba contar su historia de amor; incluso cuando el Alzhéimer la afectó, lo único que solía recordar hasta el día de su muerte eran anécdotas con el abuelo.

Ahora él pese a ser alto, está levemente encorvado por la edad, tiene varias canas y presume su barriga cervecera con orgullo. Puede ser muy cascarrabias o un pedacito de pan, depende el día. Vive con nosotros desde hace más o menos un año, desde que murió la abuela, y creo que fue el responsable de abrirle los ojos a mamá, pues ella no quería creer en la aventura de mi padre con su asistente incluso cuando los encontró en pleno acto en la oficina.

Ugh.

—¿Y por qué estás enojada con ella, florecita?

—Por nada importante, en realidad —toco mi brazo haciendo una mueca de dolor. 

—¿Qué te pasó?

—Hannah y sus demostraciones de amor. 

—Uy, eso duele —el abuelo ríe y está a punto de decir algo más cuando el ruido de la bocina del auto de Sami llega a nuestros oídos. 

—¡Te quiero, adiós!

—¡También te quiero, florecita! —lo escucho gritar. 

Subo al auto de Sami y él me saluda moviendo la cabeza.

—Eres increíble, Chris. Echaste a la pobre e indefensa Valerie a sufrir el manoseo del transporte público. Siento verdadera lástima por ella.

—Es mi pequeña venganza por su irresponsabilidad al dejar a Hannah sola el viernes. Además, no quiso decirme por qué estaba llorando el sábado cuando bajó a almorzar. Aunque tengo mis sospechas.

—¿Crees que tiene algo que ver con Allen?

La tarde del sábado, luego de que Júpiter se marchara, Sami y yo nos encerramos en mi habitación y mientras él se quejaba de la resaca, yo lo puse al tanto con lujo de detalles sobre todo lo que había ocurrido la noche anterior desde que perdió la conciencia.

—Sí, es lo más probable. No me sorprendería que se hayan liado y ahora mi hermana tenga el corazón roto. Allen no es de los que se conforman con una sola chica.

—Y Valerie no es de las que se conforman con un solo chico. Tienes que admitirlo, Chris. Tu hermana está mucho más avanzada que tú si de relacionarse con chicos se trata.

La Regla Frost © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora