zero zero six [0-0-6]

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006. sweet chaos


nota: recomendaría leer este capítulo con sweet chaos de day6 de fondo. disfruta de la lectura!


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Jung Wooyoung era noble, y siempre lo había sido. Siendo parte de la familia con uno de los ducados más importante de Aurora, había tenido privilegios que cualquier otro niño de su edad nunca podría haber siquiera imaginado.

Tenía seis años, pero ya había aprendido a leer y a escribir a la perfección. Nueve, y era capaz de utilizar la espada con consciencia. Con diez empezó a tocar instrumentos por curiosidad y terminó siendo una de sus mayores aficiones. Tenía trece cuando entendió que su vida estaba escrita desde antes de su nacimiento, y que debía casarse con una mujer de buena familia para continuar su dinastía. 

Cuando cumplió dieciséis vio que nunca sería feliz así.

Si era sincero, Wooyoung nunca se había cuestionado el hecho de amar o no a Seo Yubin, su prometida desde que los dos eran pequeños. Sabía que debía hacerlo, era su deber, al igual que tener hijos que heredaran sus tierras o continuar sirviendo a la familia real como su padre hacía. No solía pensar en si la chica le atraía o no, pues carecía de relevancia.

Hasta que conoció a su hermano, Seo Changbin, y le hizo dudar por primera vez.

Sabía que lo que ellos hacían estaba prohibido, y no precisamente por el hecho de que fueran futuros cuñados, eso no era tan grave ㅡno eran pocas las familias que habían tenido uniones entre parientesㅡ: la mayor razón era que los dos eran hombres. Y eso, eso sí que era inaceptable.

Twilight tenía fama de aceptar ese tipo de uniones, incluso celebrar bodas entre personas del mismo sexo, o relaciones poliamorosas. Por esa razón, en parte, Los otros tres reinos rechazaban al archipiélago del sur: tenía costumbres extrañas, ante todo. Porque dos hombres no podían amarse, eso estaba mal.

Aunque cuando Changbin susurraba palabras bonitas en su oído, cuando suspiraba durante las largas noches en las que se sentía sólo, anhelando su calor, o cuando se enredaba entre sus impolutas y suaves sábanas, se le olvidaba que estaban rompiendo las reglas. A veces le llegaba a parecer una idea hasta excitante, un secreto compartido entre dos.

Una utopía que, sabían, tendría que acabar en algún momento. Y ese momento estaba por llegar.

Wooyoung había vivido siempre bajo la sombra de su imagen pública. Sí, él tenía una apariencia hermosa, una voz melodiosa, unos ojos profundos y un cabello sedoso. Aunque sólo fuera una máscara por encima del verdadero él.

El chico había nacido con el cabello negro como el carbón, aunque fue aclarándose con los años hasta llegar a un color castaño. En Aurora, ese tono era considerado de plebeyos, de pueblerinos. La gente que no pertenecía a la nobleza ni constaba de un puesto social alto solía tener el pelo marrón; trabajaban en el campo, y el sol les aclaraba el originario color negro. Por esa misma razón Wooyoung decidía usar tintes naturales hechos por un artesano de la capital, siempre efectivos. Utilizaba nada más que ingredientes como plantas y demás, por lo que eran sanos y no dañaban su piel. Tras el fallecimiento del hombre que se los proporcionaba, sin embargo, había tenido que buscar otro producto que definitivamente no era tan bueno como el primero: el efecto pasaba demasiado pronto.

Cuando tenía aproximadamente doce años fue cuando comenzaron sus problemas de visión. Le costaba ver de lejos, comenzó a notar dificultades para ver las lecciones de su maestro, o al entrenar con la espada. Sus padres no tardaron en buscar remedio, encontrando a un famoso doctor que le entregó el que se convirtió en su obsequio más preciado y útil hasta el momento: un par de gafas redondas que le permitían ver mejor. El chico estaba muy ilusionado con aquel objeto, se veía más interesante cuando se miraba en el espejo, y le hacía tener un aire más mayor y maduro. Sin embargo, en cuanto escuchó la primera risa, se encargó de no volver a ponérselas en público jamás.

Y es que el chico era muy inseguro. No solía dudar de sus capacidades, sabía que era un gran músico y que casi todo el pueblo lo conocía por sus conciertos de año nuevo. También era muy bueno con las palabras, y era consciente de que era famoso por aquella vez que salvó valientemente a un pequeño gato de ahogarse en el mar ㅡaunque la mayoría del trabajo lo hicieron las olas, que estaban a su favorㅡ. Pero en cuanto a su físico, su confianza se desmoronaba y se volvía un desastre. Wooyoung no se veía atractivo, y su familia no le ayudaba mucho: los cumplidos los recibía únicamente cuando se ocultaba tras el tinte y las llamadas lentes pequeñas ㅡo lentillasㅡ que solía utilizar.

Pero, tras todo eso, Changbin había conseguido encontrar al chico real. Había conocido al Wooyoung sincero, inseguro, sin esa actitud egocéntrica que adoptaba para defenderse. Lo había visto equivocarse, lo había visto llorar, gritar, gemir, enfadarse, sonreír. Y había amado cada detalle.

Wooyoung no pudo más que hacer lo mismo. Conoció el amor, lo que era caer en el hermoso hechizo que es enamorarse: contar los segundos para verse, soñar con sus besos, anhelar vivir toda su vida juntos. 

Y con todo eso, supo lo que era desear lo prohibido, morder la manzana siendo completamente consciente de que está envenenada, caer en el pecado sin red de seguridad. Él sólo caía, y sentía la adrenalina que la velocidad le daba y la infinitud de la oscuridad. Pero en algún momento llegaría al final, y cuanto más rápido cayera, más doloroso sería el golpe.

Llegó a la conclusión de que vivía en un dulce caos.

ㅡ¿En qué piensas? ㅡEn aquella cálida noche cualquiera, Changbin apartó los mechones castaños de los ojos de Wooyoung, admirando sus ojos profundos.

Él negó con la cabeza y dejó caer los brazos a los costados, sobre el colchón. Esbozó la sombra de una sonrisa triste.

ㅡEn ti y en mí. En el futuro.

Changbin sonrió y hundió más la cabeza en la almohada.

ㅡNo ocupes tu mente con esos pensamientos, Wooyoung, queda mucho para el futuro. Además, estoy seguro de que las cosas cambiarán, y no tendrás que preocuparte de nuevo.

Y en efecto, tras un gran cambio, toda preocupación se había ido. Estando en aquel barco, con la luna sobre él y las auroras casi indistinguibles en el horizonte, sabía que tenía pocas posibilidades de volver a ver a Changbin, siquiera. En la historia que era su destino, habían arrancado las páginas posteriores de un tirón, y estaban escribiendo con prisa por sobre las palabras anteriores. A saber qué podría pasar de ahora en adelante.

Por el momento, sólo podía asegurar que se había salvado de una desastrosa caída.

pirate king ㅡ ateezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora