one six [1-6]

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Jen era peligrosa. Podía ser cruel y no tener ni un ápice de piedad cuando se enfadaba, cuando buscaba venganza. Era capaz de hacer sufrir incluso a la persona más inocente de todas, si la había herido de alguna forma. Y conocía muchas formas de tortura, que no tenían que implicar el uso de su don ㅡpor ejemplo, la ley de hielo que había aplicado con Sanㅡ.

Eso lo sabían bien tanto Hwan como el chico, que temieron la reacción de Jen cuando pronunció esa palabra. Cuando reconoció a su madre, atada a la pira, a punto de ser incinerada. Esta mujer, que al contrario de rendirse ante su destino, continuó desafiando a la muerte.

ㅡ¡Los rebeldes se alzan, pueblo! ㅡaulló, su voz temblando cuando las llamas se acercaron demasiado a sus ropasㅡ ¡Los rebeldes se alzan más fuertes que nunca! La diosa está de nuestra parte, la diosa...

La mujer se interrumpió. Había estado observando a la multitud mientras daba su discurso, queriendo demostrar que no temía al gobierno ni al fuego que comenzaba a quemar su piel. Sin embargo, su voz no salió cuando vio a su hija entre el gentío. La seguridad que cubría su rostro pareció romperse por un instante, en el que su voz sonó tierna y suave.

ㅡLo siento, mi pequeña diosa... ㅡlas llamas rodearon sus piernas, haciéndola ahogar un grito de dolor. Abrió los ojos, no podía permitir mostrarse débilㅡ ¡Guseju insa! Resurgiremos de las cenizas.

Pero San y Hwan habían dejado de prestar atención a la mujer, sus miradas temerosas buscando la reacción de Jen. Ella se mantenía en silencio, viendo cómo el fuego atacaba el cuerpo de su madre sin piedad.

Durante todos esos años, Jen había visto a su madre hacer muchísimas cosas que podría haber considerado sospechosas; esas cartas que enviaba sin remitente, las personas que acudían a su hogar y hablaban con ella en un idioma que no entendía, la frase Guseju insa siendo pronunciada una y otra vez a su alrededor. Pero nunca desconfió de ella, ¿cómo iba a hacerlo? Si para Jen, su madre era un ángel. Un ángel que, al contrario que su padre, no se había desentendido de ella.

Sin emitir sonido alguno, se mantuvo mirando fijamente la pira, haciendo contacto visual con su madre. Esta intentaba dar una imagen fuerte, pero el calor comenzaba a consumir su piel, y cada vez era más complicado mantener la compostura. 

A su alrededor, el pueblo gritaba. Había quejas, frases de apoyo, vítores e incluso aplausos. Y un silencio sepulcral cuando la muerte se cirnió sobre los dos cuerpos rebeldes, inmóviles, cenicientos.

Entonces, Jen se rompió.

Cayó al suelo en un estrépito, demasiado repentino como para que Hwan o San consiguieran agarrarla. Alrededor de ella todo daba vueltas, los sonidos habían enmudecido, las voces de sus acompañantes sonaban tan lejanas como en un sueño. 

El blanco lo cubrió todo.

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ㅡ¿Q-Qué? ㅡYunho se vio completamente desarmado. Tragó saliva, quizá no había entendido bien a la mujer.

ㅡBuenos días, su alteza real ㅡrepitió esta, con una sonrisa ladina en su rostroㅡ. Nos preguntábamos donde se encontraba, tanto tiempo desaparecido.

Mingi, discretamente, llevó su mano a la empuñadura de su espada. Sería tan sencillo como entrar al callejón y deshacerse de la mujer, pero había gente que había escuchado sus palabras y ahora atendía lo que ella decía. No debía montar un alboroto.

ㅡYo no...

ㅡNo os preocupéis, alteza, conocemos la razón por la que se fue. No fue su culpa, sino la de la puta que nos mintió por años. Agradecemos que volváis de vuestro pequeño viaje revelador, entendemos vuestro arrepentimiento por esa mujer que os dio la vida. Necesitamos a nuestro rey, así sea un bastardo.

pirate king ㅡ ateezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora