zero zero nine [0-0-9]

416 64 6
                                    

009. star spells

Jongho siempre había sido un niño muy travieso.

Cuentan los rumores que cuando nació aquel niño, primer primogénito varón de la dinastía tras una infinita cantidad de años, pataleó y lloró como un pequeño guerrero durante horas. Consiguió agotar a la propia madre, conocida por su gran resistencia. 

Pero esos rumores ya no son precisamente contados, pues cayeron en el olvido para todo el pueblo, por culpa de las estrellas.

Aunque deberíamos empezar por el principio de todo, ¿cierto?

Fue un día de otoño, la tercera estación, cuando el nacimiento más esperado de todo el reino pudo celebrarse, tras haber sido todo un éxito. La mujer que había dado a luz a aquel tierno ㅡy peleónㅡ bebé estaba en perfectas condiciones de salud, y el propio hijo parecía tener un futuro brillante.

El príncipe Choi Jongho de Mist.

Todo el pueblo amaba a ese niño. Ese chico que a veces bajaba y se perdía por las calles de la isla, que se mezclaba entre multitudes como uno más, que se encargaba de dar ayudas a los vagabundos y sonreía como un niño bueno al encontrarse a familias nobles. Pero, por supuesto, siempre hay una excepción.

Y en esta historia de príncipes, princesas y mucha magia, esta última fue la que se ocupó de eliminar las anteriores.

Tiene nombre, pero no es relevante, pues todo el reino lo conocía como el astrónomo de Mist. No una sombra, quizá más bien lo contrario, que era capaz de escuchar a los astros y poseía la magia del polvo de estrellas. Como todos los astrónomos en sus respectivos reinos, se comprometió a proteger al reino y a la familia real con su vida si fuera necesario. El juramento para subir a dicho cargo era muy poderoso, ya que se hacía bajo la luna llena y sobre un mar de fuego; con la reina, un contracorriente y un incandescente como únicos testigos.

Aquel astrónomo no había sido un alma pura, sin embargo. Él deseaba poder, más que el que ya tenía ㅡpues los estrellados estaban un puesto más arriba que la nobleza, inclusoㅡ, y haría todo lo que estuviera en su mano para conseguirlo. Oh, y tenía mucho poder para ello.

Al ver que el pequeño príncipe Jongho crecía sano, fuerte, y quizá demasiado bondadoso, vio que las cosas iban según lo planeado. El niño ganaría fama entre la plebe, y todo el pueblo lo querría como su rey. Pero tan obediente era el chico de joven, que no tardó mucho en cambiar.

Tenía diez años cuando llegó al colmo. Como ya acostumbraba a hacer, Jongho había bajado al pueblo, desobedeciendo las órdenes de su tutor ㅡel ya mencionado astrónomoㅡ y mezclándose entre la gente. Si bien había sido un buen niño de pequeño, había desarrollado una actitud un tanto traviesa y rebelde con el tiempo. Seguía siendo bondadoso, humilde, pero eso no quitaba que tuviera un extraño gusto por saltarse las reglas.

Y eso al astrónomo no le gustaba, no le gustaba nada. Él, que tan planeado tenía su futuro, cómo usaría su influencia sobre el príncipe para dirigir el país tras el rostro de otro, que se dio de bruces contra el suelo al ver que en esta idea estaban empezando a surgir demasiados inconvenientes. Como por ejemplo, que a Jongho no parecía gustarle mucho su tutor.

Fue una agradable mañana en la que el pueblo estaba más alegre de lo normal, pues las fiestas del reino se acercaban y muchos barcos iban y venían de otras islas para traer materiales o de simple visita. Jongho volvía de haber observado los grandes navíos en el puerto, encontrándose en la puerta de Palacio con el astrónomo.

ㅡ¡Jongho! ㅡexclamó este al verleㅡ ¿Dónde estabais? ¡He estado buscándoos!

El niño frunció el ceño y se cruzó de brazos.

ㅡEstaba en el puerto, puedo cuidarme sólo.

ㅡPor supuesto que no podéis, sois el príncipe. Ven, volved, deseo hablar con vos a solas.

ㅡNo quiero. Volveré al pueblo enseguida, hay una zona por la que no he pasado aún...

Pero harto de la actitud irritante del chico, el astrónomo lo agarró del brazo y lo llevó a una esquina apartada al borde del bosque que rodeaba el palacio. Gruñó y fijó su mirada enojada en el chico.

ㅡYa estoy harto de ti, niño incompetente. Llevo siendo tu tutor desde que naciste, y nunca me obedeces. No puedo permitir que me desbarates los planes.

Jongho, obviamente confuso, alzó una ceja.

ㅡ¿De qué hablas? Y simplemente me caes mal, no es nada personal...

Con una mueca de enfado en el rostro, el hombre hizo un movimiento en el aire y unos polvos dorados empezaron a caer del cielo justo encima del príncipe. Colocó su mano en la frente del niño.

ㅡYa no me sirves, Jongho, me desharé de ti ㅡmurmuró unas palabras más en bajoㅡ. Nunca has sido nadie, tus padres te han abandonado y vives en la calle desde entonces. Cuélate en algún barco, haz lo que quieras, pero sal de mi vista. 

Tras estas afirmaciones que Jongho parecía estar aún procesando, el hombre alzó los brazos al cielo. Comenzó a llover más polvo de estrellas, cubriendo pronto toda la isla.

ㅡ¡Pueblo! El príncipe Jongho nunca estuvo aquí, si bien es su hermano menor el heredero al trono y primogénito. Jongho es un simple huérfano y desconocido, alguien que nunca existió. Olvidad, olvidadlo todos, pues nadie volverá a saber de él.

El niño cayó al suelo. Por su parte, en el rostro del astrónomo comenzaba a surgir una sonrisa ladina.

ㅡTu hermano es mucho más manejable, niño ㅡle dijo al príncipe, como si este fuera capaz de escucharloㅡ. Me haré con el control del reino mientras tú te pudres en alguna esquina. No serás nadie.

El discurso del hombre, sin embargo, fue interrumpido por unos jadeos de cansancio y unos pasos rápidos a su derecha. Este giró la cabeza, encontrando a su aprendiz de recientes 13 años apoyándose en sus rodillas para recuperar el aire.

ㅡ¡Maestro! ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué llueve polvo de estrellas?

El recién llegado se incorporó a tiempo de que el astrónomo apoyara una mano en su hombreo. Le sonrió, esta vez con amabilidad, y señaló el cuerpo del pequeño.

ㅡPuedo contártelo, mi niño. Pero primero debes llevar el cuerpo del príncipe al puerto, sin que nadie te vea. Te permito utilizar tu gran don para pasar desapercibido, si es necesario.

El chico tragó saliva.

ㅡ¿Pues? No entiendo...

La expresión del hombre se volvió seria. Adoptó una mirada dura.

ㅡHazlo, Chan. Hazlo y nadie más saldrá herido.

Tras bajar la cabeza y asentir con prisa, temeroso, agarró el cuerpo del pequeño Jongho y salió casi corriendo. De camino al puerto su cabeza comenzó a trabajar.

"¿Nadie más?"

El joven aprendiz, Chan, llegó al puerto a media mañana. Había gente en todos lados, no podía dejar el cuerpo sin consciencia del príncipe en cualquier lugar. Su mirada se iluminó al ver un cargamento vacío sin nadie alrededor a unos metros de él.

Abrió la primera caja, estaba repleta de manzanas, pero aún quedaba algo de hueco para el niño. Susurrando un "lo siento" e intentando convencerse de que era lo mejor, metió su cuerpo con cuidado sobre las frutas y volvió a tapar la caja.

ㅡCuando se recupere podrá salir como si nada hubiera ocurrido ㅡse dijo a si mismo, mirando una última vez hacia atrásㅡ. Y volverá a palacio, cuando yo ya conozca el por qué de las órdenes del Gran Maestro, y haremos como si nada hubiera pasado. 

Tragó saliva, le estaba costando terminar de convencerse más que otras veces. Pero su maestro era un hombre sabio, tendría razones de peso para haberle obligado a hacer eso.

ㅡJongho estará bien, Chan, Jongho estará bien.

Ni él se lo creía, y con razón.

Aquella tarde, cuando el niño se despertó dentro de una caja de manzanas en un barco desconocido, lo había perdido todo sin saberlo. Incluso la memoria. 

El pueblo perdió a su príncipe.

El océano encontró un pirata.



pirate king ㅡ ateezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora