Sentada sobre la nieve, perdida en mis pensamientos, en cómo iba a conseguir liberar a Honovi, escuché a Halona caminar hacia mí horas después de haberla ofendido.
— Catherine, vas a ponerte enferma. Por favor, quédate en mi tienda. Diyami quiere conversar contigo.
¿Por qué me había llamado Catherine? ¿Por qué no, a decir verdad?
— Por favor.
Su voz sonaba agotada, algo recelosa, pero no enfadada. Estaba tendiéndome de su mano para que me pusiera en pie y me sostuvo en el trayecto hasta el tipi.
— Ponte cerca de la hoguera. Estás tiritando.
Ajena al rencor, me espolsó el cabello para deshacerse de los copitos que lo cubrían. Yo, por mi parte, empezaba a arrepentirme de haberme separado de Wenonah y Thomas Turner.
— No salgas. Hoy van a venir soldados a traernos víveres y mantas. Será mejor que no te vean.
"Los sobornos", pensé. El clan estaba sobreviviendo gracias a ellos.
— Es-espera, te traeré tu ropa.
Había empezado a desnudarme, asqueada por portar aquel maldito vestido, y rompí varios engranajes del corsé delantero. "No quiero esperar a nada", pensé.
— Siento haberte gritado. Estaba nerviosa — dije.
Ella pareció sorprendida por mis disculpas. No contestó nada y salió para ir a recoger mis prendas de vestir originales.
— Aquí tienes — me las tendió —. Aguardaré fuera.
Estaba demasiado inmiscuida en la oscuridad de mi interior que no me percaté de que ella se quedaba quieta en la entrada de la tienda, escudriñándome. Hasta aquel momento no nos habíamos mirado realmente. Sentí que sus pupilas oscuras se empecinaban en descifrar mis secretos, no con desconfianza, sino como si creyera poder aprender algo de ellos. Sin pretenderlo, le mantuve la mirada y ella no me la pudo sostener. ¿Qué era lo que mis ojos escondían para provocar aquello?
— ¿Qué pasó entre vosotros? Tú..., tú eres diferente..., es como si...
Tal vez no fuera adecuado preguntarme por Namid, pero no podía culparla.
— Es como si no estuvieras aquí... — terminó en un susurro —. Como si no estuvieras aquí aunque seas real.
Todavía no había alzado la barbilla, acorralada por las tinieblas.
— Recuerda la promesa que me hiciste.
Al fin la levantó. Sus cejas arqueadas hacia arriba parecían inseguras.
— Cuida de él.
Escuché pasos aproximarse.
— Waaseyaa, yo...
"Él me puso ese nombre. Él me bautizó".
— Él está cerca. Lo sé. Su halcón ha regresado, lleva días sobrevolando el poblado.
Fruncí el ceño ante la seguridad de sus palabras. De pronto, Diyami entró con el semblante serio y la íntima camaradería entre nosotras llegó a su fin.
— Déjanos a solas, Halona — ordenó.
Ella efectuó una reverencia y, sonriéndome con recato se despidió:
— Te preparé el caldo que tanto te gusta.
El tintineo de sus abalorios aún resonaba en el aire cuando mi nuevo líder —si es que yo tenía derecho a alguno— se sentó frente a mí. Instintivamente me cubrí con la arrugada camisa que no me había puesto.
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Waaseyaa (II): Nacida entre cenizas
Historical Fiction[SEGUNDA PARTE DE «Waaseyaa (I): Besada por el fuego»]. Octubre de 1759. Han transcurrido cinco años desde la guerra y la vida de Catherine Olivier continúa. Tras dejar atrás Nueva Francia e instalada en Plymouth, la joven guerrera deberá luchar par...