Capítulo 27.«Secreto liberado».

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Miraba a Justin como si fuera mentira lo que él acababa de decir. No puede amenazarme con dejarme si no le cuento esto, es muy complicado, él ni siquiera se imagina lo que pasó, no es justo, no quiero hablar de algo que quiero enterrar y dejar en el pasado.

—No puedes estar hablando enserio.—Susurré con la mirada pérdida en él.

Bufó sacando todo el aire contenido en sus pulmones y se pasó la mano por el rostro y el cabello totalmente asqueado y molesto. Fijó su mirada en mí y colocó sus manos a ambos lados de su cintura mientras negaba con la cabeza.

—No, no estoy hablando enserio, Debs. Yo simplemente no podría dejarte y lo sabes, pero mierda, te vi como trataste a tú madre Debby y esa no eres tú.—Se mordió el labio inferior.—Yo no puedo dejar que eso vuelva a pasar, independientemente de lo que haya pasado entre ustedes, no puedes tratarla de esa manera.

Me senté en el sofá y cubrí mi rostro con mis manos, necesitaba tapar mi vergüenza que era muy notable. Lo sentí frente a mí y quité mis manos de mi cara para verlo arrodillado mirándome con sus ojos miel penetrantes.

—Estoy aquí, por favor confía en mí, yo nunca podría traicionarte. Debs, cree en mí.

Estaba ahí, frente a mí suplicándome que confiara en él. Pero claro que confío en él.

—No quiero perderte.

No estaba bien. Se puso de pie y se sentó a mi lado apretándome contra él besando mi mejilla seguidas veces mientras tomaba mi rostro para que lo mirara fijamente.

—No me vas a perder, yo no me alejaré de ti por nada del mundo, Debs.

Me besó la punta de la nariz y me sonrió con una pequeña sonrisa para darme valor.

—Prométemelo.

Sonrió levemente y besó mis labios cortamente para luego pegar su frente con la mía sin dejar la conexión de nuestros ojos.

—Te lo prometo.

Asentí. Confiaría en él, porque por más que trate de ocultarlo necesito desahogarme con alguien, y él es la persona perfecta. Subimos a mi habitación porque de repente no me sentía muy bien. Algún que otro mareo atravesó mi cabeza dándome punzadas de dolor. Justin me ayudó a acomodarme en el suave colchón y se sentó frente a mí sosteniendo mis manos.

Era la hora, la hora de revelar eso que tanto he callado, eso que tanto daño me hizo y que no he podido olvidar.

Tenía quince años cuando mi madre y mi padre se divorciaron. Vivía en Arizona y a consecuencia de su separación me mudé con mi madre a Seattle en contra de mi voluntad. Yo quería quedarme con mi padre pero mi madre no me dejó.

Ella acababa de casarse con su marido número dos, unos meses después de que nos fuimos de Arizona. Su nombre era John Miller, el guapo y el soltero más codiciado de todo Seattle. Es el dueño de varias cadenas de hoteles y como se puede pensar, es multimillonario. Nos mudamos a su gran mansión en uno de los condominios más adinerados de Seattle. Yo estaba asqueada y disgustada por tener que vivir con mi madre, que también tenía que vivir con su esposo. John no era un mal hombre, al contrario, era un hombre magnifico y amaba a mi madre con locura.
Lo peor de John, era su hijo. Parker Miller. Era una basura, una lacra humana, una escoria de la vida. No merecía al padre que tenía, tampoco merecía seguir respirando. Cuando lo conocí a él, todo se vino abajo.

Parker tenía veintiún años en ese entonces y yo apenas era una chiquilla de quince que acababa de ser brutalmente separada de su padre y arrastrada a otra ciudad obligada por su madre. Estudiaba en la secundaria y cuando salía tenía miedo de llegar a casa. Mi madre nunca estaba porque supuestamente no se sentía bien emocionalmente y visitaba un psicólogo diario. John vivía viajando por su trabajo y la mansión se encontraba sola, excepto por la presencia de Parker. Nunca me dio confianza, siempre me miraba más de la cuenta y su presencia me provocaba mucho temor. Hasta un día, el peor día de mi vida.

Ámame Sin Medidas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora