El Teléfono Negro

19 6 0
                                    


Lo que te estoy a punto de contar fue un tema de dialogo recurrente con mi prima y mi flia que siempre se ha mantenido un poco cerrada a este tema cuando se trata de platicarlo con terceros, si bien no es una historia muy paranormal el misterio que rodea a esta la hace poco común, sin más que esto comienzo pidiéndote que me dejes permanecer en el anonimato...

Había llegado el mes de enero del año 1982 y por primera viajaría a "Tucumán"; si bien había nacido en ésta ciudad, desde que me fui con mi familia a vivir a Buenos Aires, siendo aún un bebé, nunca regrese; a mis 9 años volvería por primera vez.

Una tarde en la que mis padres querían "deshacerse de mí por un rato", me dejaron en casa de mis abuelos. Yo los quería mucho, pues estos, en sus viajes a la ciudad porteña, acostumbraban llevarme regalos; sin embargo eran abuelos muy chapados a la antigua y bastante estrictos en lo referente a la crianza de los nietos. Detalles tales como ir a dormir temprano, no interrumpir la charla de los mayores y cosas así me hacían un poco aburrirme en casa de ellos.

Llegada la hora de la siesta, fue casi obligado a tener que dormir, como lo hacían mis abuelos a diario. Siendo niño, rebosante de energía, no quería saber nada; pues no estaba adaptado a ésta costumbre bien provinciana de dormir la siesta.

Así esperando a que mis abuelos se durmieran (habían improvisado una camita sobre el suelo pues aquella habitación tenia aire acondicionado), logre escapar del cuarto con la intención de ir a jugar al fondo.

De camino por un corredor en medio de la casa, encontré una habitación con la puerta cerrada, la cual llamó mi atención. En verdad lo que me intrigaba a mí fue la consigna dada por mis abuelos, de " no entrar nunca a esa habitación", para un niño travieso como lo era, un "no" significaba un: "¿te animas?"

Sabía que aquella habitación pertenecía a un tío mío (a quien lo llamaremos "Carlos"), el cual no recordaba. A mi corta edad tampoco asimilaba el hecho de que éste tío, había desaparecido años atrás siendo un estudiante universitario, durante el nefasto gobierno de facto que hizo desaparecer a miles de jóvenes argentinos.

Como una travesura de tantas que hice, abrí la puerta e ingrese a la habitación. Era un cuarto pequeño pero cálido, con olor a limpio; iluminado por la tenue luz natural que pasaba por la gran ventana de cortinas verdes que daba al patio. Una cama de media plaza, muy bien arreglada y, hacia un costado, reluciente, un estuche de guitarra. Sobre las paredes, unos posters la adornaban; del techo colgaban unos lustrosos aviones, y sobre una estantería, gran cantidad de impecables juguetes: soldaditos, autitos, bolillas, cartas, tableros de juegos, etc. Era claro que para un niño, aquella habitación era el paraíso.

Mi curiosidad ganaba, es así que no pude evitar ser atraído a investigar, por la expectativa que provocaban en mí, unas cajas que se encontraban sobre el techo de un ropero. Más aun, viendo que de una de esas cajas, sobresalían una pelota de básquet y el mango de lo que parecía una raqueta de tenis; evidentemente, ahí habían más juguetes todavía. mi perspicacia, me hizo dar cuenta de que subiendo a la cama, luego pisando cuidadosamente sobre la mesita de luz, podría alcanzar aquella tentadora caja y así lo hice.

Realizada la hazaña, puse la caja sobre la cama y empecé a descubrir los juguetes que adentro había. Allí fue cuando uno me llamó poderosamente la atención. No era un juguete, al menos no lo parecía, sino que se trataba de un aparato, un teléfono negro antiguo, de esos que tenían aquellos ruidosos discadores rotativos. Prestándome al juego, tome el tubo del teléfono y lo lleve a mi oído.

Tremenda sorpresa me lleve al escuchar en el auricular telefónico un sonido seco, como un chasquido, que puso mis sentidos a máxima atención; y a continuación, la voz áspera de un hombre que me dijo: "hola". Asustado, instintivamente arroje el teléfono sobre la cama. Sin poder entender aquello, y con los pelos de punta, salí de aquella habitación corriendo hacia el patio. Allí quede intentando comprender lo que había pasado, una rara mezcla de sentimientos embargaron mi ser, siendo el miedo el que reinaba.

La Fábula Gótica Mitos-cuentos-leyendas MacabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora