El Perro Delator

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Lorena y Juan estaban ansiosos por pasar sus días en aquel pueblecito de las montañas. Tendrían una larga temporada de vacaciones y habían encontrado una casa perfecta para su estadía. Llevaban con ellos a su fiel perro, Titán, un hermoso can de considerable tamaño al que sacaban a pasear todos días.

Tan pronto como se instalaron, Juan fue el encargado de dar una vuelta con los alrededores por el animal, mientras su pareja descansaba. Un par de días después ya estaban encantados con el pueblo.

Y todo habría sido perfecto de no ser por las misteriosas desapariciones que empezaron a suceder en el lugar.

Varios turistas o personas que se detenían a pasar una noche, estaban esfumándose sin dejar rastro y esto, fue algo que preocupó muchísimo a Lorena.

—Tal vez deberíamos volver a casa —le dijo a Juan.

—No te preocupes, que nada malo va a pasarnos. Tú únicamente no salgas de la casa sola.

Cada día, la rutina del hombre era la misma. Levantarse por la mañana para salir a correr y llevarse consigo a Titán, a quien le fascinaba el ejercicio. Pero un día, Lorena se asustó al verlo llegar herido. Estaba lleno de tierra, como si se hubiera caído por algún lugar y tenía un corte muy profundo en una de sus manos.

—Un jabalí me atacó en la montaña —le dijo él mientras Lorena lo curaba—, sino fuera por Titán, a lo mejor ni la contaba. Él lo mordió.

—Por favor, ten mucho cuidado. No me gusta que salgas solo con el perro, con las cosas tan feas que están pasando aquí.


Pero una vez más, Juan le aseguró que todo estaba en orden.

Uno de aquellos días, cansado, no se levantó para llevar a su mascota a por su paseo matutino. Lorena decidió no despertarlo y le puso la correa a Titán para sacarlo ella.

Una vez que estuvieron afuera, el perro la empezó a llevar por lo que imaginó, sería su ruta habitual con Juan. Cual fue su sorpresa al ver que se encontraban ante una cabaña vieja en medio del bosque. La mujer entró, llevada por la curiosidad y se encontró con una escena pesadillesca.


Había sangre y restos de carne (que no quiso identificar), esparcidos por una mesa y las paredes, como si aquello fuera un matadero. Y a sus pies, el cuerpo aun vestido de uno de los últimos turistas desaparecidos la miraba con los ojos vidriosos. Más allá, había un frasco repleto de ojos humanos y una motosierra que reconoció: era la que Juan había recibido en Navidad.

Titán debía haberla llevado allí por costumbre, pues él era el asesino de turistas.

Llena de horror, Lorena llamó a la policía y unos oficiales llegaron de inmediato para inspeccionar el lugar. Cuando la acompañaron a casa, no había ni rastro de su pareja.

—No hay duda, estos son los desaparecidos —confirmó uno de ellos.

Juan se había dado a la fuga y nunca más se dejó ver.

¿Continuara?

#Fabula Gótica.

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