Martín.
—Cariño.
—¿Si? —pregunté sin apartar la vista de mi teléfono. Emma entró a la habitación y con rapidez se acostó a mi lado.
—¿Hace cuánto somos pareja? —su pregunta se robó toda mi atención. La miré con el ceño fruncido. ¿Acaso era una pregunta capciosa?
Por suerte tenía buena memoria.
—Nueve meses. —contesté seguro y ella sonrió suspicazmente. Conocía muy bien a esa pelirroja como para saber que se traía algo entre manos.
—Mañana son diez. —dijo emocionada y yo me mantuve serio intentando descubrir a donde iríamos a parar.
—Eso también lo sé. —enarqué la ceja a la expectativa. Ella mordió su labio como una pequeña niña traviesa apunto de pedir una golosina antes de la cena.
—Ya sé que quiero de regalo. —resoplé por lo predecible que era.
—Déjame adivinar: un collar de perlas.
—No. —sonrió. ¿No?
—¿Un auto? —negó. Fruncí el ceño completamente confundido.
—¡Quiero que nos casemos! —me quedé perplejo ante sus palabras. ¿Estaba intentando tomarme del pelo o algo parecido?
—¿Casarnos? —pregunté incrédulo y ella asintió efusivamente. La idea al parecer la emocionaba de más.
—Pero primero debes ir a conocer a mis padres y pedirles mi... —no paraba de sonreír y ya comenzaba a asustarme. La interrumpí al instante.
—¿No crees que es muy pronto? —mi pregunta hizo que su sonrisa decayera.
—¿No estás seguro de lo nuestro? —preguntó y yo suspiré. Vaya noche.
—Sí.
—¿Y entonces? —preguntó desconcertada con ojos tristes y decepcionados.
—No pensé que quisieras casarte. No había considerado esa idea. —dije sincero mientras me rascaba la nuca.
—¡Todas las mujeres queremos casarnos! —expresó con obviedad. Emma resopló aburrida y desvió la mirada hasta el suelo.
—Yo no quiero casarme. —jamás había estado tan seguro de algo.
—¿Por qué? —su pregunta me devolvió a unos años atrás; un nudo de apoderó de mi garganta y fue inevitable sentir un gran vacío en el estómago. Borré aquel recuerdo de inmediato.
—Simplemente no quiero. —respondí cortante y evadí su mirada.
—A veces siento que no te conozco e incluso que no me quieres. ¿Qué haces conmigo?
—Eso no es cierto. —tomé su mano entre las mías intentando alivianar la tensa situación.
—Dime que me amas. —pidió haciéndome tragar en seco.
—¿Qué? —pregunté incomprendido y desorbitado. Que suerte tan jodida tenía.
—Dime que me amas. —repitió y yo tomé aire para pronunciar aquellas palabras que hacía tanto tiempo no me atrevía a decir y mucho menos a sentir.
Abrí la boca pero la cerré al instante. No era capaz. No podía decirlo.
—No me pidas eso. —pedí y ella rió irónicamente.
—Lo sabía. —una lágrima rodó por su mejilla. Se soltó de mi agarre con brusquedad y tomó todas sus cosas para luego irse de la casa. Ni siquiera pude impedir que se fuera.
¿Qué era lo que pasaba conmigo? ¿Por qué me costaba tanto pronunciar dos simples palabras? ¿Por qué?
Cerré los ojos intentando conciliar el sueño, pero allí estaba ella nuevamente; era mi tormento cada noche desde hace cinco malditos años.
Me preguntaba cuando podría superarla, cuando dejaría de dolerme su abandono y sobretodo cuando olvidaría lo que le hice.
—¡Sal de mi puta cabeza! —grité furioso cubriéndome el rostro con la almohada.
Nota:
¡HOLAAAAAAAAAAA!
ESTOY MUY EMOCIONADA POR ESTA SEGUNDA PARTE.
Espero que les haya gustado mucho este primer capítulo y que estén atentos a los que vienen.
Perdonen lo mucho que demoré en actualizar. 😔No olviden votar y comentar que les pareció.
¡Kiss! ❤️