Martín.
Abrí la puerta con lentitud.
Allí estaba ella; tan frágil e indefensa como una pequeña muñeca de porcelana. Jamás había odiado tanto una habitación de hospital.
Me dolía verla inconsciente y conectada a mil cables que lamentablemente podía reconocer, me senté en la silla que estaba al lado de su cama y agarré con suavidad una de sus delicadas y pequeñas manos.
—No puedo creer que esta seas tú. —dije mirándola con tristeza. La bata color blanco hacía que su piel amarilla destacara mucho más.
Su mano entre las mías lucía diminuta, acaricié sus largos y delgados dedos con las uñas pintadas de negro. Sonreí con ternura al recordar que desde que era una adolescente se las pintaba así.
Ese color lucía perfecto en ella.
—Debes despertarte. —me animé a hablar besando su mano—. Yo te necesito.
Recosté la cabeza en la cama aún sosteniendo su mano. Odiaba verla así.
—Tú eres la persona más fuerte que conozco y sé que despertarás. —dije esperanzado—. Tú y yo aún no hemos terminado. ¿Lo sabes? —suspiré mirando sus largas pestañas.
—Hay muchas cosas que aún no hemos hecho juntos. Como ir a la playa y nadar todo el día, ir a una discoteca y bailar toda la noche, quedarnos en casa y ver todas las películas de amor que quieras. Espero que aún sean tu género favorito. —sonreí triste al imaginar todo eso.
—Quiero que vivamos juntos; no importa donde sea. ¿Sabes qué? —levanté la cabeza—. Si despiertas te prometo que dejaré mi trabajo y me mudaré aquí contigo. —acaricié su mentón.
»Haré lo que sea por ti; pasaré toda mi vida intentando hacerte feliz. —las lágrimas comenzaron a rodar—. Pero por favor despierta. No me dejes. —rogué.
Lloré con desespero mientras apretaba su mano. No quería perderla, no podía imaginar una vida sin ella. ¿Cómo pude estar apunto de irme? ¿Cómo me atreví a casi tomar ese avión?
Ella me necesitaba y una vez más le di la espalda. ¡Yo era doctor! ¿Cómo no pude darme cuenta que estaba tan mal? ¿Cómo no lo vi?
Estaba tan preocupado por recuperarla que ignoré su salud. Desde el principio noté que lucía diferente y lo pasé por alto. Qué imbécil fui.
—Ángel. —besé su mano—. No me dejes, no me dejes otra vez. —limpié mis lágrimas. Estaba destruido porque jamás había sentido tanto miedo.
—Permiso. —entró una enfermera a la habitación—. Debe salir. —pidió con gentileza y yo asentí.
—Voy a estar aquí. —dije besando su mano nuevamente antes de salir de la habitación.
Me apoyé sobre la pared y decidí hacer algo que hace muchos años no hacía y que pensé no volver a hacer: orar.
Cómo médico sabía que la ciencia no podía hacer nada más, pero como persona aún creía en los milagros. ¿Por qué no esperar uno?
HOLA. ❤️
Espero que les haya gustado este nuevo capítulo.✅ VOTEN.
🚫 NO LECTORES FANTASMAS.
⚠️ COMENTEN Y DÍGANME QUE OPINAN SOBRE LA HISTORIA.
❓ ¿CREEN QUE CATRINA DESPERTARÁ?P/D: ¿Creen que esta historia tendrá un buen fin? ¿O terminará mal como la primera parte?
KISS.