MARATÓN 2/4.
Catrina.
—¿Hasta cuando vamos a hacer esto? —pregunté cansada. Paul le dio un bocado a su desayuno antes de contestar.
—Hasta que te enamores de mi. —me eché a reír a carcajadas. Él me miró serio con una pizca de gracia.
—Al pareces haremos esto durante toda la eternidad. —le di un sorbo a mi café.
—Muy graciosa. —rió falsamente—. No has probado tu desayuno ni una sola vez. —miré el plato y sentí un gran asco.
—Con este café es suficiente. —continúe tomando mi café.
—¿Quieres que hagamos algo el resto del día? —preguntó y yo me quedé pensando. ¿Cómo podría cansarlo y lograr que saliera corriendo muy lejos de mi?
—¿Qué te parece si vamos de compras y tú invitas? —pregunté atrevidamente esperando una reacción negativa de su parte, pero fue todo lo contrario.
—Para tu suerte traje mi tarjeta de crédito. —respondió con una sonrisa de lado. ¡Qué tenía ese tipo en la maldita cabeza!
—Para mañana es tarde. —dije poniéndome de pie. Salimos del restaurante y entramos al coche para dirigirnos a la boutique más cercana.
—Puedes llevarte la tienda entera si quieres y no lograrás sacarme de quicio. —advirtió antes de entrar a la tienda y me dio un beso en la mejilla.
—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlos? —dijo una de las vendedoras examinándonos de pies a cabeza. A mi me miraba con negación, pero al ver a Paul casi se le salen los ojos.
Que zorra. ¿Quería quitarme a mi novio falso?
—Ni siquiera sé que quiero comprar. —miré todo a mi alrededor—. Siento que tardaré horas y horas en elegir. —miré a Paul de reojo y él sonrió con tranquilidad.
Me jodía lo tranquilo que era ese chico.
—Tomate todo el tiempo que quieras que no tenemos prisa. —dijo sentándose en un sofá.
—¿Donde está lo más costoso de la tienda? —pregunté y la vendedora me miró confundida.
—Sígame. —dijo llevándome hasta el extremo del lugar. Cogí todo lo que encontré y se lo puse en las manos a la vendedora.
—Me llevo esto. —dije mirando que más llevar.
—¿Todo esto? —preguntó asombrada y yo asentí.
—¡Paul! —grité para que se acercara.
—¿Si? —preguntó pacientemente.
—Paga todo eso ya mismo. —dije apuntando la ropa que tenia la chica en las manos. Esta nos miraba extrañada de la situación tan inusual.
De seguro pensaba que yo era una perra y que Paul era un idiota.
—Lo que mi futura esposa pida. —quería golpearlo por no tener un límite.
—Ten tu tarjeta de crédito a la mano porque voy a llevar muchas más cosas. De hecho pienso vaciar esta tienda así como tú mismo sugeriste. —le lancé un beso con ironía.
—Por mi está más que perfecto. —se acercó para darme un beso casto en los labios.
—Idiota. —susurré sobre su boca.
—No voy a rendirme. —susurró sobre la mía.
Hijo de puta.
—Tiene un novio muy paciente. —dijo la chica con risa nerviosa y yo reí.
—O muy idiota quizás. —vacilé mirando algunas chaquetas de cuero; esas si las disfrutaría mucho.
—Pero no sordo. —dijo él.
El día iba a ser muy largo.