Capítulo 55.

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MARATÓN ESPECIAL 4/4.

Catrina.

No existían palabras para expresar lo sorprendida y conmovida que estaba. Cada parte dentro de mi se encontraba removida.

No podía creer que Martín hubiera comprado la casa en la que viví. Simplemente no lo podía creer.

Al ver la sala de estar llena de lirios quise llorar. Nunca alguien había tenido un detalle tan lindo conmigo.

Mientras acariciaba las flores noté algo sobre la mesa que llamó mi atención: un libro que yo conocía muy bien.

Lo tomé entre mis manos. Era mi libro favorito en la adolescencia: Romeo y Julieta. Solía leerlo todo el tiempo y suspirar por ese amor tan genuino.

—¿Cómo llegó este libro hasta aquí? —pregunté sin dejar de verlo.

—Al parecer lo olvidaste. —contestó Martín a mis espaldas. Suspiré y abrí el libro para permitirme recordar.

Habían unas letras color dorado pegadas en la página que decían: ¿Quieres casarte conmigo?

Dejé de respirar al instante. ¿Qué era eso? ¿Martín estaba jugándome una broma de mal gusto o qué?

—¿Qué es esto? —me giré sorprendida. Tapé mi boca al ver a Martín arrodillado sosteniendo un anillo.

El suspiró antes de comenzar a hablar:

—Quiero pasar el resto de mis días contigo, quiero verte cada mañana al despertar y cada noche antes de ir a dormir. —el corazón comenzó a latirme desesperadamente—. Estoy seguro de que tú eres el amor de mi vida y pretendo luchar cada día por convertirme en el tuyo. —suspiró—. Por eso te vuelvo a preguntar: ¿Quieres casarte conmigo?

Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas y casi sin aliento pude finalmente contestar.

—Tú ya eres el amor de mi vida. —me arrodillé al igual que él y lo besé—. ¡Acepto! —dije emocionada y él sonrió alegre mientras me abrazaba con fuerza.

—Te amo. —besó mi frente. Estiré la mano para que me pusiera el precioso anillo.

—¡Te amo mil veces más! —grité—. ¡Y te voy a amar por mil vidas más! —lo abracé con fuerza haciéndolo caer al suelo. Ambos reímos.

—Vamos a ser muy felices. —dijo—. mi hermoso angelito. —besó la coronilla de mi cabeza.

—Ya somos muy felices. —corregí mirando sus preciosos ojos. El azul grisáceo siempre sería mi color favorito.

—Podría estar aquí por siempre. —acarició mi mano y el cosquilleo apareció. Era tan mágico estar cerca de él que parecía un sueño.

—Estaremos aquí por siempre. —dije riendo. Él besó mis labios con suavidad.

No podría olvidar nunca ese maravilloso momento; estaría grabado en mi mente por siempre.

Nunca antes había sido tan feliz.

—Mi futura esposa. —dijo besando mi mejilla.

—Mi futuro esposo. —dije besando su mejilla.

Nos quedamos tumbados en el suelo observando el atardecer. Estábamos en completo silencio porque no era necesario decir ni una sola palabra.

Nuestros corazones hablaban por sí solos.

Éramos completamente felices y no necesitábamos nada más. Ambos sabíamos que ese era el comienzo de la maravillosa vida que nos esperaba.

Finalmente encontré ese amor tan autentico y real que tanto buscaba en los libros. Había encontrado a una persona con la que esperaba compartirlo todo; la cama, los sueños y la vida.

La noche cayó y los dos nos quedamos dormidos en el suelo. Seguíamos abrazados y era un gran consuelo saber que así dormiríamos hasta el final de nuestros días.

Dicen que uno no conoce al amor tan joven, pero yo reniego ante tal mentira. Yo conocí al amor de mi vida a mis dieciséis años y aunque se suponía que solo curaría mi dolor. Terminó curando mi corazón y convirtiéndose en el amor de mi vida.

Luchamos contra todas las improbabilidades y le demostramos al mundo que el amor sí puede con todo.

Por lo menos el nuestro sí.

FIN.

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