Capítulo 11.

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MARATÓN 3/4.

Martín.

—¿Qué sucedió? —preguntó por décima vez.

—Estás colmando mi paciencia. —respondí irritado. Mathew hizo una mueca y puso su mano en mi hombro.

—Soy tu mejor amigo. Cuéntame. —insistió y yo me mantuve en silencio.

—Si eres mi mejor amigo puedes hacer algo por mi. —dije y él asintió con total disposición. En verdad sí era un buen amigo y solo quería ayudarme.

Ni siquiera sabía porque me habían dolido tanto las palabras de Emma. Aún tenía su voz sonando en mi cabeza.

»Vamos a un bar. —él abrió los ojos sorprendido por mis palabras. Hace muchos años había dejado el licor y de seguro Mathew le preocupaba que recayera.

—Pero si ya lo habías dejado. —resoplé.

—Necesito una copa. —dije con tanta seguridad que no le quedó otra opción que aceptar.

Fuimos en taxi hasta un bar que según Mathew era de los mejores en la ciudad. Aunque a mi sólo me importaba emborracharme y olvidarme de absolutamente todo.

Al llegar nos sentamos en las mesas del fondo y pedimos dos botellas de vodka. Comencé a tomar del pico de la botella sin decir nada.

Mathew estaba tomando mucho menos y por suerte había estado en silencio hasta el momento.

—¿Ya viste a la morena de allá? —me preguntó mientras la desnudaba con la mirada. Reí.

—Yo no, pero al parecer tú sí. —bromeé. Mathew peinó su cabello y acomodó su camisa.

—Al mal tiempo darle prisa. —dijo y se puso de pie para ir donde aquella chica. Yo me encontraba de espaldas y por ende no podía ver a otras personas en el lugar.

—Suerte. —reí y le di un puño en el brazo.

Por suerte el alcohol ya estaba haciendo efecto, pero sentía necesitar mucho más. Así que me puse de pie y caminé hacia la barra para pedir otra botella.

Mi visión estaba un poco nublada y me sentía muy mareado. También mis sentidos y mis piernas estaban comenzando a fallar.

Me odié por haberme tomado esa botella tan rápido y sin algo de comida en el estómago.

—Dame una botella. —dije a un joven que estaba de espaldas al parece sirviendo unos tragos.

No sabía si había hablado muy bajo o simplemente ese idiota me estaba ignorando, pero nunca se dio vuelta. Servicio de mierda.

Al otro extremo de la barra se encontraba otra persona sirviendo tragos. Caminé hasta allí y me senté frente a ella para pedirle la botella.

Cuando me acerqué pude visualizarla mejor y darme cuenta de que se trataba de una mujer.

Tenía el cabello color negro al tamaño de los hombros. Su corte era bastante interesante porque la parte de atrás era más corta que la de adelante. Casi como una cascada.

Era muy delgada y con la tez muy blanca, también tenía ambos brazos cubiertos de tatuajes; esto le daba un aire de maldad y superioridad.

No pude detallar su rostro con minuciosidad hasta que finalmente levantó la cabeza poniendo sus ojos color miel en mi.

Su rostro se desencajó al instante y de seguro el mío estaba igual.

Sus lindos ojos se mantenían abiertos sin pestañear, su bien delineada y carnosa boca de muñeca estaba levemente abierta. Su expresión era indescriptible.

Y yo no podía recordar donde la había visto antes.

—Hola. —dije sin poder dejar de mirar su bonito rostro. Hace mucho tiempo no veía a una persona tan bonita como ella.

La chica seguía sin pronunciar una sola palabra, su rostro estaba palidecido y sus ojos cansados lucían apagados.

Era imposible que fuera quien yo creía. No podía ser.

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