Capítulo 31.

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Catrina.

Por alguna extraña razón no podía dejar de ver sus ojos. Esa maravillosa combinación de colores me transmitía tranquilidad.

¿Quien era él? ¿Por qué sentía que lo conocía de toda la vida?

—Anna no es mi novia. —explicó serio.

—Cuando desperté los vi abrazándose y creí que lo eran. —dije y él negó.

—Me abrazaba porque creíamos que no despertarías. —notaba preocupación en su voz.

La misma voz que escuché cuando estaba inconsciente. La misma voz que me hizo despertar.

—¿Venias muy seguido a visitarme? —preguntó y yo asentí.

—Los trece días que has estado inconsciente. —creí que habían sido más días. Los sentía muy largos.

—¿Cómo te llamas? —pregunté curiosa. Me miraba de una forma muy extraña... sentía que me quería mucho. Mi pregunta pareció dolerle.

—Martín.

—¿Somos amigos? —pregunté curiosa. Martín peinó su cabello hacia atrás y dio un largo suspiro. Era un hombre muy guapo.

—Éramos novios. —fruncí el ceño. ¿Él y yo éramos novios? ¿Cómo eso sucedió?

—No te ves de la clase de hombre que sale con chicas que parecen delincuentes. —él rió—, aparte me llevas algunos años. ¿No?

No creía posible haber salido con él. Era muy guapo y parecía ser el tipo de hombre que tenía a muchas mujeres guapas detrás. ¿Por qué escogerme a mi?

—No pareces delincuente. —dijo amable—. Salimos hace cinco años y te llevo ocho.

—¿Por qué terminamos? —pregunté y su rostro se desencajó. Tragó en seco.

—Mi ex novia me amenazó con hacerte daño si no me alejaba de ti. Por tu bien preferí terminarte y no precisamente de la mejor forma. —fruncí el ceño.

—¿Y estábamos enamorados?

—Mucho. —dijo con un poco de tristeza.

—¿Y ahora somos buenos amigos? —pregunté y él negó.

—Vine a Inglaterra hace unas semanas a resolver un problema personal y te encontré casualmente en el bar donde trabajas.

—¿Y si no somos amigos por qué me has visitado todos estos días? —pregunté y él se puso de pie tomando mi mano. Nuevamente ese cosquilleo.

Miré nuestras manos. Era increíble que su tacto lograra causarme esa sensación.

—Porque te amo. —me miró a los ojos. No supe que decir. ¿Yo lo amaba?

—¿Y yo te amo? —pregunté dudosa.

—No lo sé. —suspiró. Nos quedamos en silencio un buen rato.

—¿Estamos en Inglaterra? —pregunté y él asintió—. ¿Europa? —él asintió emocionado.

—Que bueno que recuerdas eso. —dijo y ni siquiera supe cómo sabía eso.

—¿Cómo nos conocimos? —pregunté y él rió.

—En un hospital. —hice una mueca sin comprender. ¿Por qué siempre un hospital?

—¿Mantengo en hospitales? —pregunté preocupada y él negó.

—No miraste al cruzar una calle y te atropelló un auto.

—¿Y qué te pasó a ti? —pregunté preocupada.

—Yo fui el doctor que te atendió. —me sentía mucho más sorprendida. ¿Fui novia de un doctor?

—¿Eras doctor?

—Soy doctor.

¿Enamorada de un doctor?

—¿Te enamoraste de mi al instante? —quería escuchar esa historia. Quería que nunca dejara de hablar.

—Cuando te vi inconsciente en la camilla sentí algo que nunca había sentido. Removiste todo dentro de mi. —dijo recordando—. Nunca había visto a una persona tan bonita.

—¿La diferencia de edad nunca fue un problema para nosotros? —pregunté confundida.

Deseaba recordar. Me sentía triste e impotente al no poder hacerlo.

—Nos entendíamos a la perfección. —dijo.

—¿Y ahora tienes esposa? —pregunté temerosa de recibir un sí.

—No. —sonrió y yo respiré aliviada.

—¿Por qué? —pregunté sin entender cómo un hombre así podía estar soltero.

—Porque sigo enamorado de ti. —mi corazón comenzó a acelerarse y lo más vergonzoso fue que él lo notó en el monitor.

¿Por qué me sentía así?

¿Enamorada de un doctor? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora