Catrina.
Alguien tocó la puerta de mi habitación, suspiré cansada de visitas. Ya había sido suficiente con la terapeuta y con el doctor que me habían visitado esa misma mañana.
—Adelante. —dije y al instante me emocioné al recordar a Martín. ¿Y si era él?
—Hola. —saludó un hombre completamente desconocido para mi. Resoplé intentando recordarlo.
—¿Hola? —saludé dudosa—. ¿Quien eres? —pregunté curiosa y él frunció el ceño.
—¿Cómo quien soy? ¿Estás bromeando? —preguntó con el rostro desencajado.
—Al parecer nadie te dijo que estoy amnésica, no recuerdo absolutamente nada. —dije.
—¿En serio no me recuerdas? —preguntó y yo negué apenada. Me ponía triste decepcionar a las personas.
—La verdad no. ¿Quien eres? —pregunté curiosa con una sonrisa de lado. El chico —muy guapo— sonrió de igual forma y se sentó al lado de mi cama.
—Paul. —dijo y yo asentí.
—Paul. —repetí para recordarlo más adelante.
¿Éramos amigos? La forma en la que me miraba me hacía dudarlo. Me veía con ternura y cariño. ¿Acaso era ese novio que Martín había mencionado?
—Siento no haber venido antes. —parecía arrepentido—. Estaba en un viaje de trabajo y recién llegué. Fui a tu casa y tu amiga me contó lo que sucedió.
—No te preocupes. —sonreí amable—, tampoco es que lleve muchos días aquí. —él sonrió.
—¿Cómo fue que terminaste aquí? —me miró con algo de tristeza.
—Créeme que ni siquiera yo lo sé. Parece ser que tenia anorexia y así fue que llegue aquí. —dije avergonzada. Él asintió sin estar muy impresionado.
—La verdad es que nunca comías algo. Solo tomabas cerveza y fumabas cigarros. —fruncí el ceño. ¿Yo fumaba? Ni siquiera recordaba el sabor de un cigarrillo.
Al parecer era una chica muy problemática.
—No parecía ser una chica muy bien portada que digamos. —bromeé y él rió.
—Eres la chica más loca y apasionada que he conocido en la vida. —dijo y yo me sentí ajena a esa descripción. ¿De verdad yo era así?
—¿Y qué solíamos hacer tú y yo? —pregunté y él comenzó a reír. Fruncí el ceño sin entender que le causaba tanta risa.
—¿Por qué te ríes? —pregunté.
—Es que pareces otra persona. Te veo tan tímida y dulce que te desconozco.
—¿Yo no era tímida y dulce? —pregunté y él negó. Cada vez me confundía más.
—Eras una chica ruda; siempre decías lo que pensabas y no pedías disculpas por nada, alejabas a todos con un muro de concreto. —recordó—. Jamás he conocido a alguien tan fuerte y capaz como tú. Siento que podrías dominar el mundo entero si te lo propusieras.
—No me siento así.
—¿Y cómo te sientes?
—Como alguien dulce y muy sensible.
—En el fondo lo eras. —suspiré desconcertada por sus palabras.
¿Por qué todos me definían de una forma diferente? Para unos era dulce y para otros ruda. ¿Quien era yo en verdad?
—¿Puedo hacerte una pregunta? —mordí mi labio dudosa. No sabía que respuesta esperar.
—Claro. —asintió.
—¿Tu y yo somos novios? —pregunté y él se quedó en silencio por unos segundos. ¿Por qué no me respondía?
Tragó en seco y asintió.
—Sí. —respondió finalmente.
HOLA. ❤️
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KISS.