MARATÓN ESPECIAL 1/4.
Martín.
—¿No te parece que la vista es hermosa? —preguntó mirando el cielo.
—Muy hermosa. —contesté con mis ojos aún en ella. Catrina se giró con una sonrisa.
El mesero trajo nuestras comidas y nos dispusimos a comer y a charlar. La mayor parte de la noche estuvimos riendo a carcajadas.
Lo que más me gustaba de estar con ella es que podíamos hablar de todo. Me sentía con mi mejor amiga.
—Creo que mi maquillaje se regó. —dijo limpiando sus lágrimas de tanto reírse.
—Está intacto. —respondí también riendo.
—Hace tanto tiempo no me reía con tantas ganas. —dijo tomando de su copa de vino.
—Yo menos. —la observé—. No deberías estar tomando licor porque estás medicada. —ella hizo un puchero.
—Solo por esta noche. —meneó sus pestañas de arriba para abajo intentando convencerme.
—Está bien. —gruñí sin poder negarle algo—. Nunca me has dicho cuáles son tus flores favoritas. —mencioné y ella rió.
—Los lirios. —contestó y yo asentí. Ella seguía observando todo como una niña pequeña y me encantaba verla tan distraída.
Me encantaba que sin importar lo grande que fuera siempre tuviera a esa niña de diez años dentro de ella.
—Los lirios. —memoricé.
—Me la he pasado muy bien esta noche. —dijo con franqueza—. Te agradezco por regalarme la oportunidad de ser nuevamente feliz. —esbozó una gran sonrisa blanca.
—Y quiero hacerte feliz por el resto de mi vida.
—No puedo creer que después de tantos años tú y yo estemos aquí. Es como si estuviéramos...
—Destinados. —terminé por ella. Catrina asintió.
—Sí. —me miró con amor y tomó mi mano para depositar un beso en ella—. Gracias por nunca rendirte.
—Catrina. —ella me miró con atención.
—Te pusiste serio. ¿Debo asustarme? —preguntó burlona y yo negué.
—Tengo que volver a España a resolver unos asuntos en el hospital y me gustaría que me acompañaras. —ella resopló.
—¿Quieres que te acompañe? —preguntó y yo asentí.
—Me encantaría mostrarte muchas cosas. —dije esperando que aceptara. Ella lo pensó por unos segundos y ladeó la cabeza indecisa.
—Nunca me replantee la idea de volver allí.
—Lo sé y si no te sientes cómoda no hay ningún pro... —ella puso su dedo índice en mi boca para que dejara de hablar.
—Quiero ir. —dijo y yo sonreí feliz—. Me gustaría volver al sitio donde crecí y donde viví momentos tan maravillosos. —dijo con ilusión.
—Será un viaje maravilloso. Te lo prometo.
—Oye. —miró hacia todos los lados—. Nunca lo he hecho en un restaurante. —con su pie desnudo acarició mi pierna. Reí por lo ocurrente que era.
¿En qué momento se quitó los tacones?
—Podemos cambiar eso. —sonreí acariciando su pie. Me paré de la silla y caminé hacia ella, rodeé su silla y comencé a besar su cuello con suavidad. Su perfume era exquisito.
—Hueles delicioso. —me dijo y yo fruncí el ceño sorprendido porque ella estuviera pensando lo mismo que yo.
—Estaba a punto de decirte lo mismo. —besé su oreja lentamente. Catrina echó la cabeza hacia atrás disfrutando del contacto.
Acaricié su corto cabello.
—¿Ya te dije lo sensual que te ves con ese corte de cabello? —dije y ella rió con los ojos cerrados.
—Dímelo. —pidió.
—Te ves jodidamente sensual. —continúe besando su cuello. Ella se puso de pie y rodeó mi cuello con sus manos.
—¿Y yo ya te dije lo guapo que te ves con el cabello largo? —dijo depositando pequeños besos en mi oreja.
—Me enloqueces. —miré sus ojos mientras sostenía su cintura. Ella se empinó para besar la punta de mi nariz y luego abrazarme con fuerza.
—Estoy tan enamorada de ti. —dijo con tanta intensidad. Olió mi cuello—. Quítame este maldito vestido ya mismo. —ordenó mientras me miraba seductoramente.
Amaba mucho a ese pequeño angelito de cabello negro.