Capítulo 27.

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Martín.

—Mi amor vas a estar bien. —dije antes de que una enfermera me sacara de la habitación.

No quería dejarla sola.

Caminé hacia la sala de espera donde se encontraba Mathew. Él me miró preocupado al ver mi rostro.

—¿Qué sucedió? —preguntó y yo ni siquiera supe que decir. Tragué en seco.

—Estaba a su lado hablándole y de un momento a otro comenzó a tener lo que parecía ser un ataque epiléptico. —dije sorprendido porque algo así sucediera. Me dolía verla en esa situación.

—Aumentó la actividad eléctrica de las neuronas en alguna zona de su cerebro. —dijo en voz baja pensando—. ¿Que estabas diciéndole? —preguntó interesado y yo suspiré recordando.

—Que debía despertar y que la extrañaba. —él asintió como formando conjeturas.

—Podía escucharte y por eso tuvo el ataque, esta luchando consigo misma para despertar. —fruncí el ceño.

—¿Y por qué mi voz fue el detonante? —pregunté y él se alzó de hombros.

—Al parecer te ama tanto como tú a ella. —me quedé en silencio.

Solo esperaba a que un doctor apareciera y nos diera buenas noticias. No podía dejar de mover mi pierna con nerviosismo.

—¿Quieres que te traiga un café? —preguntó y yo negué.

—Ya me tomé tres tazas.

—¿Y ya comiste algo? —negué—. Desde hace casi dos semanas que llevamos viniendo aquí no has comido muy bien. Vas a enfermarte.

—Deja de actuar como un doctor. —gruñí.

—Es porque lo soy. —dijo con obviedad.

—¿Y Alison? —pregunté al notar que no estaba cerca. Estaba tan preocupado que ni me había dado cuenta de ello.

—Fue a la cafetería. —dijo y yo asentí—. ¿Catrina no tiene amigos?

—No lo sé.

—Solo hemos venido a visitarla nosotros tres.

—Y su amiga Anna. —él hizo una mueca de confusión.

—¿Anna? —asentí—. Nunca la he visto.

—Ella trabaja en el día y por eso solo puede venir en la noche por un rato antes de que acaben las visitas. —dije y él asintió.

—Y de noche yo ya me he ido. —asentí.

—Pero hoy es domingo así que no debe tardar en venir. —dije y cómo si fuera adivino minutos después llegó Anna.

—Hola. —me saludó—. ¿Cómo estás? —preguntó agitada quitándose la chaqueta.

—Como se puede. ¿Y tú? —ella bufó.

—Lo mismo digo. —Mathew carraspeó a mi lado falsamente. Recordé que no se conocían y decidí presentarlos.

—Anna, te presento a mi amigo Mathew. —dije y Mathew se puso de pie en plan conquista.

—Mucho gusto. —dijo Anna estirando su mano.

—El gusto es todo mío. —respondió Mathew seductoramente mientras tomaba su mano con suavidad. Rodé los ojos por lo mujeriego que era mi mejor amigo.

Se miraron por un largo rato mientras sonreían como tontos. ¿En serio?

Un doctor apareció arruinando su amor a primera vista. Me paré desesperado por saber algo.

—Logramos estabilizarla. —todos sonreímos aliviados—. Y es posible que despierte en un par de horas. —no podíamos estar más felices.

—Gracias. —dije más que feliz. El doctor tenía el semblante serio.

—Pero si no lo hace... —suspiré. ¿Por qué siempre debían de haber malas noticias detrás de las buenas?

—Puede que no vuelva a despertar nunca. —terminé de decir por él. Asintió.

—Tanta actividad cerebral podría matar por completos sus neuronas. Causándole así muerte cerebral. —resoplé desilusionado.

Ella iba a despertar. Ella debía de despertar.

—En un rato pueden pasar nuevamente a verla. —informó retirándose. Los tres nos quedamos en silencio hasta que llegó la mamá de Catrina.

—Perdón la tardanza. ¿Alguna noticia? —preguntó de buen humor. ¿Cómo iba a decirle que la vida de su hija estaba puesta en una balanza?

Suspiré poniendo de pie nuevamente.


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