Martín.
—¡Qué feliz estoy! —sonrió.
—¡Yo también! —respondí con la misma efusividad. Catrina rió cruzándose de brazos.
—No te burles de mi. —me apuntó con su dedo.
—¿Burlarme de ti? —me hice el ofendido—. ¡Yo jamás me burlaría de ti! —ella me lanzó una almohada.
Tomé sus zapatos y me puse en cuclillas para ayudar a ponérselos. Catrina seguía sonriendo porque finalmente le habían dado de alta en el hospital.
—¿Sabes qué es lo primero que haré? —preguntó y yo la miré con atención.
—¿Qué? —pregunté fascinado por su expresividad. Me encantaba oírla hablar.
—Me comeré una hamburguesa tamaño familiar. —abrió las manos con exageración imaginando una hamburguesa.
—Que apetito tan atroz. —me burlé mientras terminaba de poner sus zapatos.
—Estoy cansada de esta asquerosa comida. —dijo haciendo una mueca de asco. Ella desvió la mirada y parecía estar perdida en sus pensamientos.
—¿En qué piensas? —pregunté curioso.
—En que ya había vivido esto. —suspiró—. Estuve en esta misma situación recién llegué a Inglaterra. Mi estado de desnutrición y mi pequeño estado de coma ya había sucedido antes.
Explicó y pude entender porque había perdido la memoria. Su cuerpo en verdad estaba sufriendo.
—Te prometo que nunca más vas a estar en esta situación. —me puse de pie y le di la mano para que se bajara de la cama con suavidad.
—Yo voy a cuidar más de mi. —me alegraba que dijera eso. Besé su frente.
—Yo también. —sonreí.
Recordé mi hospital, hace días no me comunicaba y no sabía que estaba sucediendo en él. Me estresé de solo pensar en todo el trabajo acumulado que tenía al regresar.
—Vamos. —dije y tomé su mano para salir de la habitación. Llegamos a la recepción y encontramos a Alison firmando unas fórmulas.
—¿Todo listo? —preguntó Catrina a su madre y ella asintió.
—Solo falta tu firma. —extendió un papel y un lapicero. Catrina lo tomó y firmó con rapidez.
—Ya nos podemos ir. —dijo Alison.
Salimos del hospital y nos dirigimos al estacionamiento para ir al departamento de Catrina en el coche de su madre.
Ella tocó la puerta porque no traía llaves y su amiga Anna abrió con una gran sonrisa.
—¡Amiga! —la abrazó con efusividad.
—Me alegra mucho verte. —dijo sonriente—. Y también me alegra mucho reconocerte. —entró al lugar y lo miró con minuciosidad.
—Que lindo departamento. —dijo su madre. ¿Alison no lo conocía?
—Esperen les traigo algo de tomar. —dijo Anna y fue a la cocina por una jarra de limonada, también por algunos bocadillos.
Comimos mientras hablábamos de trivialidades. Nos alegraba que Catrina finalmente hubiera recuperado su memoria y nos reconociera a todos.
—¿Entonces ustedes están saliendo? —preguntó Anna al vernos tomados de la mano.
Catrina me miró.
—¿Estamos saliendo? —me preguntó divertida y sonreí.
—¿Tú quieres que salgamos? —pregunté de la misma forma y ella arrugó la nariz mientras fingía pensar.
—Déjame pensarlo. —dijo haciéndonos reír a todos.
—Me alegra tanto verlos juntos. —dijo Alison.
—¿Vamos a cenar la noche? —susurré en el oído a Catrina.
—Claro que sí. —susurró de igual forma.
Sus ojos color miel irradiaban luz. Estaba tan enamorado que me preocupaba. Esa niña me tenía dominado por completo y así sería siempre.
—No pares de acariciar mi mano. —exigió pellizcando mi hombro. Reí y tomé su mano para acariciarla.
Estaba completamente seguro de querer pasar el resto de mi vida junto a ella.