"Sentirte, es lo único que quiero."
***
EDWARD LÓPEZ
Entro en el coche echo pedazos, me siento pesado. Apoyo mi cabeza en el volante intentando entender todo lo que acaba de suceder. No sé si voy a poder alejarme de Raquel, pero se lo he prometido y no le quiero hacer más daño. Soraya me contó todo lo que esa pequeña inocente a llorado por mí, y no, no me puedo permitir hacerle más daño. Raquel ha entrado en mi vida como una carga eléctrica haciéndome comprender que la vida es de color y no en blanco y negro, y ahora, mi vida sin ella se convertirá en un gris desteñido, sin significado alguno. No sé cómo, dónde ni cuándo, Raquel se ha vuelto tan importante en mi vida. Su sonrisa, sus labios, su mirada, su pelo, su risa, y todo lo que tiene que ver con ella me hacen formar una sonrisa absolutamente estúpida. ¿Será que me he enamorado de Raquel?
Después de horas conduciendo por fin llego a Madrid. Estoy dispuesto a ir a casa de Leticia directamente para dejar las cosas claras. Durante el camino paso por el restaurante al que fuimos Raquel y yo en nuestra primera cita, y al recordar aquella noche alocada se me es inevitable sonreír. Aún no sé porque Raquel me mintió sobre su virginidad, y la verdad es que me tiene bastante confundido, pero solo pienso en como Raquel sonreía después de cada gemido y en la forma que fijaba su mirada en la mía, parecía como si nos conociéramos de toda la vida, como si esa no era la primera vez que lo hacíamos, ella confió en mí, y yo la jodí.
Una vez en frente de la puerta de casa de Leticia me arriesgo a tocar el timbre, cuando Leticia abre la puerta se lanza a mi diciéndome lo mucho que estaba preocupada y lo mucho que me echaba de menos.
–Leticia, solo he venido a decirte una cosa.
–¿Qué? ¿Qué pasa? — veo su cara cambiar en un instante.
–Voy a poner fin a nuestra relación.
Leticia abre la boca y se le cristalizan los ojos.
–¿Qué dices? ¡Tú no puedes dejarme! — me agarra de la camiseta — ¡Estás enfermo! — me tambalea sollozando — ¡Me necesitas!
–¡No te necesito! — le grito empujándola, haciendo que se caiga al suelo — me has hecho vivir en una cárcel encadenado a ti como pretexto que estoy enfermo, pero no Leticia, no te quiero, y lo se porque realmente he empezado a querer a una persona.
–¿A quien quieres?
Pensándolo bien, es mejor no decirle que quiero a Raquel, ya que Leticia está loca y le podría hacer daño.
–Eso a ti ya no te incumbe — me alejo de ella — adiós Leticia, que te vaya bien.
–¡Edward vuelve! — grita repetidas veces mientras me voy.
Entonces me doy cuenta de que esta ocurriendo lo mismo que aquel día, aquella primera ruptura que tanto me torturó, pero ahora es diferente, porque hoy los papeles están al revés, ella interpreta el mío y yo el de ella.
Al llegar a casa encuentro a Sebastián y Ethan tumbados en los sofás viendo un partido mientras comen palomitas y beben cerveza.
− ¡Ed! — Ethan se levanta al verme — ¿Qué ha pasado? ¿Has hablado con ella?
Rascándome la nuca entro lentamente al salón y me dejo caer al sofá mientras ellos me miran con curiosidad.
−Soy... soy un idiota — pongo las manos en la cabeza y me inclino posando mis codos en mis piernas.
− ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? — Sebastián se inclina en frente de mí.
−La he perdido — consigo decir.
− ¿Cómo que la has perdido? — Ethan fija su mirada en la mía.
− ¡La he perdido, joder, la he perdido! — me caen las lágrimas, y por alguna extraña razón me da igual que los chicos me vean así — no le puedo obligar a que siga conmigo, por eso la he hecho elegir entre volver conmigo... — hago una larga pausa.
− ¿O?
−No volver a saber nada de mí.
− ¡¿Qué?! — gritan en coro — ¿Y que ha elegido? — Ethan se sienta a mi lado.
Volver a recordar su respuesta y procesar todo se me hace muy difícil.
−No quiere volver a saber de mi — me muerdo el labio para no llorar como un crío.
− ¡Joder Ed! — Ethan me da palmadas en la espalda como apoyo.
− ¿Y cómo lo harás? Trabajáis en la misma empresa — Sebastián también se sienta a mi lado curioso.
Me río sarcástico — tiene gracia, ella también me preguntó lo mismo, pero Raquel no sabe lo leal que soy a mis promesas — me levanto para darles la noticia — chicos, me iré a casa de mi madre.
− ¿Estás loco? — mi primo se levanta — ahora tienes un buen trabajo en el que te pagan bien, tienes una vida echa aquí, en Madrid, y no puedes irte de la nada solo por un desamor, Edward deja de ser tan inmaduro, joder, que tienes veinticuatro años y ya vas a llegar a los veinticinco, ¡madura joder!
Oírle decir todas esas mierdas me hace comprender que mi primo no siente lo que siento yo, ni el, ni nadie, nadie siente el ardor que tengo en mi interior y como siento mi corazón quemarse con el tiempo.
−Tu, primo querido, nunca vas a sentir lo que yo siento por esa jodida mujer — sin decir nada más, me dirijo a mi habitación.
Una vez en mi habitación cojo mi maleta y la pongo encima de la cama para meter toda mi ropa en ella. Al estar enfadado, actúo rápidamente, y accidentalmente tiro al suelo un adorno de cristal con la mano. Suelto un gemido de dolor al ver mi mano sangrando.
−Edward, una pre... — su cara cambia de expresión al ver mi mano sangrando — Ed, tío, ¿Qué ha pasado?
–Nada, no es nada grave — me limpio la mano con un pañuelo — ¿Qué querías?
–Quería hablarte sobre Raquel.
–¿Qué pasa con ella?
–Ya que tú te vas... seguramente Raquel estará destrozada... y me gustaría... — hace una pausa — ya sabes, ser su consuelo.
–Ni se te ocurra.
–Ed, sabes perfectamente que a mí me gusta mucho más antes que a ti.
–Exacto, te gusta, hay que saber diferenciar entre el verbo gustar y querer.
–Dime cual es la diferencia, listillo — se apoya en el borde de la puerta.
–Esta bien, te la diré — me siento en la cama — cuando vas caminando por la calle y te llama la atención una flor porque es muy bonita, ¿Qué haces?
–Esta claro, me la llevo.
–A eso me refiero, cuando te gusta una flor, la arrancas porque te gusta, sin importarte sus sentimientos.
–Eso es una tontería, no es lo mismo una flor que una persona — se ríe — ¿y que me dices del verbo querer? Nadie quiere a una flor.
–Yo he querido a una flor — esta vez soy yo el que me río — bueno, no era una flor exactamente, era una planta — echo una carcajada por el recuerdo — me acuerdo de que en primaria los profesores nos hicieron traer una alubia para sembrarla en un vaso de plástico y algodón — le miro a los ojos — he querido tanto esa planta que lo único que me importaba es verla crecer y que estuviera bien cuidada.
–Tonterías — se echa el pelo hacia atrás mientras se va.
Me levanto para recoger el cristal del suelo. Se que Ethan no dejará en paz a Raquel hasta tenerla en su cama, y no voy a permitir eso de ningún modo, no sé cómo me lo voy a montar, pero Ethan no puede hacerle más daño a Raquel.
Por muy lejos que esté de mí, voy a proteger a Raquel.
———
Nota de Autora: ¡holaa!
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No me dejes
Ficção Adolescente"El destino quiso que se cruzaran, no que se quedaran." Raquel trabaja en una gran empresa de coches junto a su compañera de vida, Soraya. Las dos son unas jóvenes muy coquetas, les encanta vivir la vida y ser felices. El mundo de Raquel se viene ab...