—¡Atención alumnos!
—¡Atención, masas descerebradas! —llama la atención la chica de cabello rojo, Francesca. La profesora la mira mal.
—Señorita Francesca, por favor siéntese.
—Una tratando de ayudar y no le hacen caso... —refunfuña mientras se dirige a su asiento. La profesora la ignora olímpicamente.
—En fin, les contaba la semana pasada que todo lo que queda de año escolar abarcará: demonología, angelología, preguntas de cualquier tipo acerca de la existencia o parecido, la Biblia y Dios. ¿Alguien no estuvo? —Nadie alza su mano—. De acuerdo. Tendremos mucho de qué abarcar e interrogar.
—Señora, digo, profesora, ¿de qué nos sirve? —pregunta nuestro rellenito de amor: Alberto.
—Verdad profesora, ¿por qué la necesitamos? —me atrevo a hacer un interludio. Ni sé cómo describir su cara. Debería ya saber que no soy fan de su clase.
—Ejem. —Carraspea—. Señorita Larrison, ya debería saber que estas clases buscan relacionar a tu, yo, con el mundo intangible, pero real.
—¿Ese yo, sería...? —insto interrogativa en busca de que lo diga. Me encojo de hombros con confusión y aleteo un poco mis manos. Me observa de forma calculadora.
—Tu alma —responde calma.
—¿Alma? He escuchado el término; pero no tengo ni la más mínima idea de qué sea. Siempre me confundo. —Eso es en parte verdad y en parte mentira. Conozco el término, el problema es que han dado tanto debate sobre esto, que hasta me llegan a enredar.
—Es algo que todos sabemos desde que iniciamos a caminar prácticamente —comenta con suma obviedad Lorena.
«¡Vaya, Einstein!».
—Debería darte vergüenza no saber eso —añade Julián. Y aquí apareció Bohr, dándole la razón.
—Ya chicos, no es problema alguno explicarle esto. Estamos aquí para aprender —interrumpe la profesora las críticas hacia mí. ¡Y por fin ha aparecido la defensora del pueblo!
—Entonces... ¿Qué es el alma? —vuelvo a preguntar. Lo sé, jodo mucho.
—El alma es el ser, el yo que habita en el cuerpo y actúa a través de ti. —¿Qué carambolas dijo?
—No entiendo aún.
—A ver... —Mira hacia arriba buscando la respuesta en el techo—. El alma es como tú, pero en otro plano. Tu verdadero yo. Es aquel que conoce el bien y el mal, sabe lo que le gusta, lo que le conviene y lo que no, quién es Satán y quién es Dios.
—Otras personas le hacen llamar conciencia —diluce Ana.
—Correcto —le felicita la profesora Carolina—. La conciencia es aquella que reconoce la existencia y se reconoce a sí misma como individual a través de los actos y pensamientos. Ella es lo que nos ayuda a diferenciar entre cada uno, a ti mismo, porque es tu yo. Es tu nivel superior atrapado en este material tangible y perecedero llamado cuerpo. Además, es la que toma las decisiones del día a día; y es como un sexto sentido.
—¡Argh! ¡Aún no entiendo nada! No vale la pena —murmuro frustrada. Tantas definiciones explayadas y rebuscadas sobre el alma me agobian.
—De acuerdo, concéntrate. —Me sostiene la mirada. Luego se pasea entre las mesas y empieza a hablar—: Cuando has ido por la calle y ves a una persona indigente o con recursos extralimitados, ¿qué piensas?
—Que están pasando por un momento muy difícil y que necesitan ayuda —contesto con sencillez. Me observa de reojo.
—Okay. Y cuando alguno te pide algo, como, por ejemplo, unas monedas o algo de comer. ¿Qué haces? —Dobla en una de las esquinas de la segunda fila. El salón está atento a mis palabras y me siento juzgada, no obstante, no soy una santa para hacer la obra del día.
ESTÁS LEYENDO
Herencia silenciosa©
FantasyVictoria fue marcada gravemente en el pasado y no lo recuerda. Ahora es perseguida por ángeles y demonios. Unos más despiadados que el otro, ¿o tal vez iguales? Sus mezquinas naturalezas le demostrarán que no hay malos ni buenos. La confusión le ob...