19| Parte II | La Diabla y la Bestia

34 6 28
                                    

¿Quién diría que me sentiría tan fuera de lugar dentro de un ambiente en el que hace tiempo me definía como «una chica normal»?

Sus congelados dedos se entrelazan con los míos y siento el impulso de apartar mi mano instantáneamente. Sin embargo, no lo hago. Prefiero reparar mi atención tanto en mis respiraciones como en mis pasos, los cuales avanzan con determinación a pesar de que mis rodillas tiemblen con una molestia imperial.

Finalmente, soy arrastrada suavemente por la música y su brazo, el cual termina rodeando mi cintura. Cierro los ojos y absorbo nuevamente su fragancia, preguntándome si es sensato sentirme así en su cercanía. Los abro nuevamente y la oscuridad de su mirada me atrapa en un sueño hipnótico. Aparto mi vista de la suya y un ligero rubor se instala en mis mejillas.

Sintiendo bajo mi piel la melodía de Perfect, me apego a Damián, quien ha dejado su hombro a mi entera disposición. Las luces pálidas embeben nuestros cuerpos mientras giramos sobre nuestros talones, y me pierdo. Me pierdo en un baile simple pero tenso.

—¿Siempre has sido así? —Escucho su voz rasposa y aliento mentolado chocar en mi nuca.

—¿Perdón?

—O sea, me refiero a tener que consultar todo con tus amigas. No me mal entiendas, opino que a veces es algo fastidioso rendir cuentas o consultar algo que podrías hacer por ti mismo —comenta, haciendo a un lado mi cabello dorado.

Ralentizo el compás y uno nuestras miradas, dejando ambos rostros a escasos centímetros. No obstante, segundos después, muerdo mis labios y una risa sale desde mi garganta, tal como un ronroneo.

—¿Crees que soy insegura entonces?

—No, para nada —afirma, guiñándome un ojo.

—Pero...

—Duraste alrededor de diez minutos tomando una decisión, o bueno, en el mejor de los casos: discutiéndola —bromea sin complicaciones mientras se encoge de hombros—. Otra en tu lugar hubiese aceptado sin pensarlo dos veces.

—¿Dices entonces que soy indecisa, o, simplemente estás convencido de que todas caen rendidas ante tus pies?

—Eres todo, menos lo que mencionaste —revela mientras una risilla socarrona emerge entre sus dientes—. Simplemente, creo que a pesar de tener suficiente actitud, necesitas a alguien que te mencione constantemente tus aciertos y errores. Y lamentablemente lo requieres más que respirar.

—¿Según tú?

—No, según tus acciones. —Él me toma de las caderas y extrañamente logra que nuestros pasos sincronicen en un valls, al mismo tiempo que mira sobre su hombro—. Los pasillos de la escuela son tu palacio, mantienes influencias abiertas, y por último, pero menos importante, pareces muy cómoda dentro de todo eso.

Muy lejos a sentirme halagada, o en su defecto, impresionada, suelto una risa jocosa; la cual llama la atención a nuestro alrededor. Por instinto limpio una lágrima en mi ojo, y reprimo una risa nuevamente.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Tal vez no te des cuenta, o le restas importancia, pero das de qué hablar. ¿Ves a esos dos de ahí? Voltearon en automático al escucharte reír —susurra malicioso, señalando con su cabeza a una pareja con una probable distancia de un metro de nosotros.

—Oye, ¿tú no harías lo mismo si escuchas a alguien reír como foca retrasada?

Damián abre los ojos, reprimiendo una risita en sus labios, mientras se encoge de hombros. De mi parte ruedo los míos e inconscientemente imito el gesto.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 21, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Herencia silenciosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora